Lyda abrió los ojos en la noche y se encontró completamente a oscuras. Aun no se había dormido, llevaba un rato en la cama cuando sintió aquella brisa colarse bajo el umbral de la puerta, apagando la vela. La bonita muchacha no podía dormir sin una luz que le iluminara la oscuridad. La sensación de que algo siempre le acechaba en las sombras era algo que le venía persiguiendo desde que era niña, y contra la que ya se había dado por vencida. Simplemente no podía dormir a oscuras, no podía si quiera estar a oscuras. Le daba un miedo irracional, un pánico tal, que en ocasiones hasta le había hecho dudar de lo real y de lo que podía no parecer real…
Al sentir aquella sensación de ahogo, como si la oscuridad lo envolviera todo, apretándola, se levantó deprisa a buscar un pedernal y un eslabón con el que encender de nuevo la vela. Chascó apresuradamente hasta encender una antorcha, que le devolvió la seguridad a la cámara, y de ahí prendió la vela sobre la encimera.
Su pequeño hogar consistía en una estancia circular, con una cama, un baúl, un armario y una cocina improvisada junto a la chimenea. En el suelo, cubriendo el espacio que quedaba a los pies de la cama, bajo el baúl, una antigua alfombra, ya raída tras el paso del tiempo, que aun mostraba un escudo familiar olvidado: una Flor de Lis en terciopelo de plata gastada. Lyda, para evitar que se repitiera la intromisión, arrojó un trapo al umbral de la única puerta de entrada. Ahora la fría noche no podría colarse para dejarla de nuevo a oscuras…
Aquella noche Lyda durmió inquieta, sintiendo la presencia que acechaba, pero la mañana llegó pronto y pudo olvidarse de ella mientras el sol surcaba iluminando el cielo. Así vivía Lyda, disfrutando los días, viviendo el momento, y temiendo las noches, deseando que pasaran pronto.
(...)
Al sentir aquella sensación de ahogo, como si la oscuridad lo envolviera todo, apretándola, se levantó deprisa a buscar un pedernal y un eslabón con el que encender de nuevo la vela. Chascó apresuradamente hasta encender una antorcha, que le devolvió la seguridad a la cámara, y de ahí prendió la vela sobre la encimera.
Su pequeño hogar consistía en una estancia circular, con una cama, un baúl, un armario y una cocina improvisada junto a la chimenea. En el suelo, cubriendo el espacio que quedaba a los pies de la cama, bajo el baúl, una antigua alfombra, ya raída tras el paso del tiempo, que aun mostraba un escudo familiar olvidado: una Flor de Lis en terciopelo de plata gastada. Lyda, para evitar que se repitiera la intromisión, arrojó un trapo al umbral de la única puerta de entrada. Ahora la fría noche no podría colarse para dejarla de nuevo a oscuras…
Aquella noche Lyda durmió inquieta, sintiendo la presencia que acechaba, pero la mañana llegó pronto y pudo olvidarse de ella mientras el sol surcaba iluminando el cielo. Así vivía Lyda, disfrutando los días, viviendo el momento, y temiendo las noches, deseando que pasaran pronto.
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4 comentarios:
Saludos capitán Treake,
Me dejó K.O. la poesía sobre la faerie, que chuuuuulaaaaaaaaaa! Ahora voy a empezar con la wacom a ver que sale jis jis. Merci por el comentario. ¿Que tal te va todo por ahi?
Un besoteeee, te añoramos por aqui!
HAPPY HALLOWEEN!!!!
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Bufff, me gusta tu estilo y tu blog un montón, te he leído en ocasiones e incluso te tengo enlazado.
Me encanta Tu mundo fantástico.
Te conocí a través de La pirata Angelica Black, aunque nunca te había dejado un comentario.
Besote :)
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