Lyda se encontraba en su jardín, junto al largo tallo de una enorme esterlizia. Saboreó su aroma, y observó sus pétalos anaranjados, entonces algo le llamó la atención más allá, en el segundo plano de la imagen. Al otro lado de la verja que separaba su jardín del resto del mundo, en medio del espeso bosque de laurisilvas, le sorprendió una extraña silueta acercándose. Parecía un hombre muy alto, con un sombrero de copa muy largo, de cuya cima sobresalía un pincho. Vestía una túnica negra, que bien podría haber sido una manta haciendo los usos de prensa, y caminaba tambaleándose, parecía que fuera a perder el equilibrio en cualquier momento, y a despeñarse camino a bajo. Venía directamente hacia su casa, y Lyda, rápidamente, se transformó en arbusto cargado de moras rojas, y lució preciosa mirando venir al extraño hombre. Éste se acercó, y sin ver a Lyda, se apoyó en la madera de la verja, y lanzó un fuerte suspiró que resonó varias veces. Entonces dijo algo para sí, como refunfuñando. Parecía muy cansado, como si hubiera llegado corriendo. Su rostro, ahora que podía verlo de cerca, era de un anciano muy grueso, con una barba rizada y larga, de un color gris oscuro y canoso, que le caía por la túnica. Su cuerpo, extremadamente alto y esbelto en comparación con su rostro, parecía deforme, pues del pecho larguirucho le surgía una protuberancia, que hasta por un momento pareció moverse. Y de sus hombros, muy altos para tan corto cuello, salían unos brazos cortos y rechonchos. La túnica le dejaba al descubierto unas gruesas botas, de buena calidad, aunque muy gastadas, como propias de un caminante itinerante. El hombre se reafirmó el sombrero con una manita rechoncha y peluda, tosió, y se dirigió tambaleando a la puerta de la casa de Lyda. Cuando los perdió de vista, la bonita chica adoptó su forma original, y acudió al interior de su vivienda. Una vez allí, escuchó un golpe seco en la puerta, y el silencio de la espera.
Dudó si abrir, o si dejarle creer que no había nadie. Pero, es que ¿y si necesitaba ayuda? ¿Quién sería ese extraño personaje que había caminado sólo por el bosque hasta dar con su casa? La curiosidad le pudo. Entonces, Lyda se convirtió en un fornido hombre, con una espada al cinto y fuertes músculos en los brazos, con pelocorto, bigote y barba pelirrojos, y con carisma en la mirada. Sonrió para sí, y abrió la puerta confiada, haciendo tintinear las campanitas del móvil que colgaba en el umbral.
Ante su puerta encontró a aquél extraño personaje, que pareció sorprenderse del fornido guerrero.
- Buenos días, señor.- Dijo con acento lejano el extraño hombre entre la barba canosa.- No querríamos ofenderle, pero teníamos entendido que aquí podríamos encontrar a una bruja.- A Lyda le sorprendió sobremanera aquello, tanto, que pasó por alto el plural de su primera persona.- Una bruja capaz de dominar la Magia Mutable.- Terminó, tratando de simular una sonrisa amistosa. A ella le pareció que su tono, bajo ese acento lejano, ocultaba algo, como si estuviera sobreactuando.
(...)
Continuará...
.
Dudó si abrir, o si dejarle creer que no había nadie. Pero, es que ¿y si necesitaba ayuda? ¿Quién sería ese extraño personaje que había caminado sólo por el bosque hasta dar con su casa? La curiosidad le pudo. Entonces, Lyda se convirtió en un fornido hombre, con una espada al cinto y fuertes músculos en los brazos, con pelocorto, bigote y barba pelirrojos, y con carisma en la mirada. Sonrió para sí, y abrió la puerta confiada, haciendo tintinear las campanitas del móvil que colgaba en el umbral.
Ante su puerta encontró a aquél extraño personaje, que pareció sorprenderse del fornido guerrero.
- Buenos días, señor.- Dijo con acento lejano el extraño hombre entre la barba canosa.- No querríamos ofenderle, pero teníamos entendido que aquí podríamos encontrar a una bruja.- A Lyda le sorprendió sobremanera aquello, tanto, que pasó por alto el plural de su primera persona.- Una bruja capaz de dominar la Magia Mutable.- Terminó, tratando de simular una sonrisa amistosa. A ella le pareció que su tono, bajo ese acento lejano, ocultaba algo, como si estuviera sobreactuando.
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