Esta entrada inició aquí: Lyda y el extraño hombre I (27 de noviembre).
- Aquí no vive ninguna bruja.- Contestó Lyda tratando de no parecer insolente.- Esta es mi casa. En ella vivo con mi esposa. ¿Qué lleva a un anciano a vagabundear por un bosque como éste hasta mi puerta? No te has presentado, lo cual demuestra una falta de educación que no invita a la hospitalidad, si es lo que buscas tras el camino.
- Nuestro nombre…- Y dio un respingo, como cuando alguien te da una patada por debajo de la mesa, o un pellizco sorpresa, y te sobresaltas, pero se compuso.- Mi nombre, es Minior, y venía buscando a la bruja. Si me indicaron mal, o si me equivocado, agradecería la amabilidad de un descanso y agua.
- Ahora puedes pasar Minior. Sé bienvenido a mi casa.- Dijo Lyda sonriente, abriendo la puerta para darle paso. Éste, al entrar, tuvo que encorvarse, de tan alto que era, y además, se quitó ese sombrero alargado, dejando así una calva considerable al aire.- Puedes tomar asiento. Sólo tengo una silla, pero no importa, yo me sentaré en la cama.- Añadió Lyda mientras servía agua en un tazón de barro.
- Estoy bien de pie, gracias.- Aunque tan rápido como había contestado, cambio de parecer.- Quiero decir, que mejor me sentaré… Llevo tanto tiempo caminando, que me vendrá bien el descanso- Trató de sonreír, como excusándose por el cambio de parecer, como si a Lyda le hubiera importado… Y al tratar de sentarse, hizo un ejercicio de equilibrio sin igual. Se dobló primero a la altura del pecho, después donde realmente debía tener la cadera, para al final sentarse sobre sus propias piernas, como si sus posaderas estuvieran a unos escasos palmos del suelo. Aquel esfuerzo le costó tanto al extraño hombre, que al final, cuando ya parecía haber conseguido sentarse, terminó perdiendo el equilibrio y cayó al suelo. Lyda reaccionó inmediatamente para ayudarle, pero no le dio tiempo, y el viejo terminó en el suelo… ¡Cuál fue la sorpresa de Lyda al descubrir que el viejo no era un único personaje, sino tres ocultos bajo la túnica! Al caer, rodaron por el suelo tres enanos. El que hacía las veces de cabeza del viejo, y que Lyda ya conocía, cayó a sus pies. Junto a este, otro enano que había actuado de tronco del viejo, y sobre la silla, aferrado y cubierto por completo con la manta que habían usado de túnica, quedó un tercero.
Todos quedaron en silencio, tras la evidencia del engaño. En la cara de los dos enanos, se dibujaba una mueca de absoluta vergüenza y miedo por la represalia del hombre fornido en que Lyda estaba convertida. Pero cuando pensaban que éste estallaría en una feroz vorágine que los arrastraría fuera de su casa, Lyda comenzó a reírse a carcajada limpia. En ese momento lo había comprendido todo: el por qué de esos movimientos tan forzados, las deformidades de un cuerpo tan extraño, los respingos del viejo, y aun más… creyó intuir por qué andaban buscando una bruja de la Magia Mutable.
Se trataba de tres enanos, de una raza que Lyda no había visto nunca. Tenían la tez muy oscura. Eran casi calvos, y con barbas muy largas, rizadas. También de un tono oscuro. Eran viejos, pero rechonchos. Parecían ahber estado trabajando toda su vida, y por ello poseían músculos robustos. No debían medir más de un metro cada uno, y a Lyda le llamó la atención la claridad de sus ojos: eran de un azul celeste que casi hasta brillaba.
- ¿Pero quiénes sois?- Preguntó ella entre risas.
- ¿Lo ves, Travir, era mejor no sentarse?- Rechistó el enano que había actuado de cabeza del hombre.
- ¡Si hubieras cargado con dos como tu durante todo este rato, tú también habrías necesitado sentarte, Minior!- Dijo el que estaba en la silla mientras se revolvía por quitarse la manta de encima. Minior soltó un suspiro, y vio al que aun callaba, que no hacía más que mirar boquiabierto al hombre fornido.- Señor, disculpa que hayamos venido a tu casa, en busca de la bruja que cambia las cosas, pero es que no sabíamos a dónde acudir, y nos dijeron que vivía aquí…
- Espera, decidme, ¿quiénes sois y para qué buscáis a la bruja?- Dijo el hombre fornido asertivamente, tratando de no parecer brusco para no asustarlos más.
- Mi nombre es Minior, en eso no te engañé. Él es Antälor,- señaló al que aun no había hablado.- y el que se cubre con la manta es Travir.
- No me cubro con ella. ¡Trato de quitármela de encima!- Inquirió justo antes de asomar la cabeza. Era el más feo de los tres, sin duda el más gruñón. Éste estaba completamente calvo, y su barba era más corta que la de los otros dos, la poca que había crecido era gris y vieja. Tenía la cara muy arrugada, pero a pesar de lo anciano que parecía, era el más robusto de los tres enanos. Al asomarse, absorbió una buena bocanada de aire.- Me estaba ahogando.- Admitió.
- ¿Pensáis que la bruja podrá convertiros en un sólo hombre? ¿Eso buscáis?- Dijo Lyda.
- ¿Conoces a la bruja?- Minior recapacitó.- No. Nuestra intención es hallar un disfraz que nos permita huir de nuestro amo. Y ella tal vez pueda ayudarnos.
- Aquí no vive ninguna bruja.- Contestó Lyda tratando de no parecer insolente.- Esta es mi casa. En ella vivo con mi esposa. ¿Qué lleva a un anciano a vagabundear por un bosque como éste hasta mi puerta? No te has presentado, lo cual demuestra una falta de educación que no invita a la hospitalidad, si es lo que buscas tras el camino.
- Nuestro nombre…- Y dio un respingo, como cuando alguien te da una patada por debajo de la mesa, o un pellizco sorpresa, y te sobresaltas, pero se compuso.- Mi nombre, es Minior, y venía buscando a la bruja. Si me indicaron mal, o si me equivocado, agradecería la amabilidad de un descanso y agua.
- Ahora puedes pasar Minior. Sé bienvenido a mi casa.- Dijo Lyda sonriente, abriendo la puerta para darle paso. Éste, al entrar, tuvo que encorvarse, de tan alto que era, y además, se quitó ese sombrero alargado, dejando así una calva considerable al aire.- Puedes tomar asiento. Sólo tengo una silla, pero no importa, yo me sentaré en la cama.- Añadió Lyda mientras servía agua en un tazón de barro.
- Estoy bien de pie, gracias.- Aunque tan rápido como había contestado, cambio de parecer.- Quiero decir, que mejor me sentaré… Llevo tanto tiempo caminando, que me vendrá bien el descanso- Trató de sonreír, como excusándose por el cambio de parecer, como si a Lyda le hubiera importado… Y al tratar de sentarse, hizo un ejercicio de equilibrio sin igual. Se dobló primero a la altura del pecho, después donde realmente debía tener la cadera, para al final sentarse sobre sus propias piernas, como si sus posaderas estuvieran a unos escasos palmos del suelo. Aquel esfuerzo le costó tanto al extraño hombre, que al final, cuando ya parecía haber conseguido sentarse, terminó perdiendo el equilibrio y cayó al suelo. Lyda reaccionó inmediatamente para ayudarle, pero no le dio tiempo, y el viejo terminó en el suelo… ¡Cuál fue la sorpresa de Lyda al descubrir que el viejo no era un único personaje, sino tres ocultos bajo la túnica! Al caer, rodaron por el suelo tres enanos. El que hacía las veces de cabeza del viejo, y que Lyda ya conocía, cayó a sus pies. Junto a este, otro enano que había actuado de tronco del viejo, y sobre la silla, aferrado y cubierto por completo con la manta que habían usado de túnica, quedó un tercero.
Todos quedaron en silencio, tras la evidencia del engaño. En la cara de los dos enanos, se dibujaba una mueca de absoluta vergüenza y miedo por la represalia del hombre fornido en que Lyda estaba convertida. Pero cuando pensaban que éste estallaría en una feroz vorágine que los arrastraría fuera de su casa, Lyda comenzó a reírse a carcajada limpia. En ese momento lo había comprendido todo: el por qué de esos movimientos tan forzados, las deformidades de un cuerpo tan extraño, los respingos del viejo, y aun más… creyó intuir por qué andaban buscando una bruja de la Magia Mutable.
Se trataba de tres enanos, de una raza que Lyda no había visto nunca. Tenían la tez muy oscura. Eran casi calvos, y con barbas muy largas, rizadas. También de un tono oscuro. Eran viejos, pero rechonchos. Parecían ahber estado trabajando toda su vida, y por ello poseían músculos robustos. No debían medir más de un metro cada uno, y a Lyda le llamó la atención la claridad de sus ojos: eran de un azul celeste que casi hasta brillaba.
- ¿Pero quiénes sois?- Preguntó ella entre risas.
- ¿Lo ves, Travir, era mejor no sentarse?- Rechistó el enano que había actuado de cabeza del hombre.
- ¡Si hubieras cargado con dos como tu durante todo este rato, tú también habrías necesitado sentarte, Minior!- Dijo el que estaba en la silla mientras se revolvía por quitarse la manta de encima. Minior soltó un suspiro, y vio al que aun callaba, que no hacía más que mirar boquiabierto al hombre fornido.- Señor, disculpa que hayamos venido a tu casa, en busca de la bruja que cambia las cosas, pero es que no sabíamos a dónde acudir, y nos dijeron que vivía aquí…
- Espera, decidme, ¿quiénes sois y para qué buscáis a la bruja?- Dijo el hombre fornido asertivamente, tratando de no parecer brusco para no asustarlos más.
- Mi nombre es Minior, en eso no te engañé. Él es Antälor,- señaló al que aun no había hablado.- y el que se cubre con la manta es Travir.
- No me cubro con ella. ¡Trato de quitármela de encima!- Inquirió justo antes de asomar la cabeza. Era el más feo de los tres, sin duda el más gruñón. Éste estaba completamente calvo, y su barba era más corta que la de los otros dos, la poca que había crecido era gris y vieja. Tenía la cara muy arrugada, pero a pesar de lo anciano que parecía, era el más robusto de los tres enanos. Al asomarse, absorbió una buena bocanada de aire.- Me estaba ahogando.- Admitió.
- ¿Pensáis que la bruja podrá convertiros en un sólo hombre? ¿Eso buscáis?- Dijo Lyda.
- ¿Conoces a la bruja?- Minior recapacitó.- No. Nuestra intención es hallar un disfraz que nos permita huir de nuestro amo. Y ella tal vez pueda ayudarnos.
(Continuará...)
Capítulo III de Lyda de Lis.
Memorias Olvidadas
Darka Treake
www.modt.net
2 comentarios:
Aun no ha hecho usted la corrección! jajjaja
Es la entrada que mas me ha gustado!!!...
Lo que me habré reido imaginandome a los enanos por el suelo!
jajajajaj!!!
Que grande...
P.D: Uchiniiiiiiiiiiiii!!!
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