En mitad del Gran Océano, en algún punto entre el Viejo y el Nuevo Mundo, se encuentra el Atolón. Un peñasco que surge del mar, y sirve de puerto franco a embarcaciones que después siguen su rumbo. Es una tremenda roca, rodeada de la nada del océano, donde con el tiempo se ha ido construyendo un puerto modesto. Un muelle de madera lo recorre a su escaso alrdedor, con locales y embarcaderos bien establecidos. Su loma rocosa está cubierta de casuchas improvisadas con restos de barcos, y sus cuevas están habitadas cual palacios en aquel diminuto reino, independiente del resto del mundo... Vive del comerció y el abastecimiento, entre sus pocas pero suficientes fuentes de ingreso hay armerías, puestos y almacenes de abastecimiento, una posada y hasta una taberna que hace las veces de burdel. En lo alto, en la cima del peñasco, se levanta un faro donde cada noche arde una gran hoguera, avisando a los viajeros.
Actualmente el Atolón es un puerto franco, no tiene mayor legislación que la propia, y se rige con las leyes de sus habitantes, piratas, rufianes, comerciantes y traficantes de todas las índoles. Muchos intentos de toma ha sufrido, y por muchas manos a pasado el Atolón, pero ya dejado a su suerte, todo pirata se uniría en su causa por volver a defenderla. Algunas naciones lo han poseído, otras sólo lo han codiciado, pero al final ha terminado siendo lo que es, un lugar de paso para viajeros. Un descanso en la infinita nada, un oasis en un desierto de mar.
La historia del Atolón es turbulenta, como interesante. De él se habla en La Lyenda del Sin, un cuento de piratas y marineros, como en muchos otros. Al parecer fue descubierto hace unos siglos, cuando las primeras naves tomaron rumbo oeste, cruzando los Mares del Mundo, pero realmente ya se conocía como el Último Peñón por culturas antiguas que dominaban la navegación.
Los elfos jamás le dieron importancia, a pesar de que aparece en cartas de navegación verdaderamente antiguas.
El primero que se atrevió a declarar su soberanía, fue alrededor del año del Señor 1310, y llevaba por nombre Abdad de Serrena, un bereber que huía de una flota pridonia. Los más viejos del Atolón siempre contarán que había secuestrado a todas las mujeres de una aldea en la costa occidental de Pridonia, y que a este peñasco fueron a naufragar. La tripulación y las mujeres se establecieron ahí, y aguantaron a duras penas mucho tiempo, hasta que uno de los hijos de Abdad de Serrena se echó a nadar mar a dentro acompañado de unos cuantos valientes.
Sólo uno, tras nadar y creer morir en mitad de la nada, llegó a puerto. Allí descansó hasta recuperarse, y comenzó a hablar del Atolón y de sus posibilidades. La leyenda creció como el viento ante la tormenta, y en un tiempo reunió una pequeña flota en su busca.
Navegó cruzando los Mares del Mundo, le costó largo tiempo dar con el Atolón, hasta el punto de que durante un motín casi lo lanzan por la borda de nuevo al mar. Pero al final dio con él.
Allí estaba su familia, junto con aquellas pocas que habían sobrevivido toda una generación en el Atolón. No eran más de una escasa veintena de personas, entre piratas y mujeres que fueron secuestradas. Habían sobrevidido a base de la pesca, y en raras ocasiones de los cuerpos de los caídos. Había sido duro, jamás había aparecido un navío por el horizonte, en todos aquellos años, pero la superviivencia había vencido.
En aquel entonces el Atolón se entendió como un islote cercano al borde del Mundo, donde comienza la Nada. No sabían cuan equivocados estaban... Ahí recalaron las naves que llegaran al Nuevo Continente más tarde, descubriendo que estaba en mitad de un gran oceano, entre dos bastas tierras. Y desde entonces comenzó su historia, que la llevó por diferentes manos hasta nuestros días.
Ese puerto franco será siempre morada de los hijos de Abdad de Serrena y de sus piratas, y lugar de paso para todo aquel que se atreva a echar ancla en su puerto...
Actualmente el Atolón es un puerto franco, no tiene mayor legislación que la propia, y se rige con las leyes de sus habitantes, piratas, rufianes, comerciantes y traficantes de todas las índoles. Muchos intentos de toma ha sufrido, y por muchas manos a pasado el Atolón, pero ya dejado a su suerte, todo pirata se uniría en su causa por volver a defenderla. Algunas naciones lo han poseído, otras sólo lo han codiciado, pero al final ha terminado siendo lo que es, un lugar de paso para viajeros. Un descanso en la infinita nada, un oasis en un desierto de mar.
La historia del Atolón es turbulenta, como interesante. De él se habla en La Lyenda del Sin, un cuento de piratas y marineros, como en muchos otros. Al parecer fue descubierto hace unos siglos, cuando las primeras naves tomaron rumbo oeste, cruzando los Mares del Mundo, pero realmente ya se conocía como el Último Peñón por culturas antiguas que dominaban la navegación.
Los elfos jamás le dieron importancia, a pesar de que aparece en cartas de navegación verdaderamente antiguas.
El primero que se atrevió a declarar su soberanía, fue alrededor del año del Señor 1310, y llevaba por nombre Abdad de Serrena, un bereber que huía de una flota pridonia. Los más viejos del Atolón siempre contarán que había secuestrado a todas las mujeres de una aldea en la costa occidental de Pridonia, y que a este peñasco fueron a naufragar. La tripulación y las mujeres se establecieron ahí, y aguantaron a duras penas mucho tiempo, hasta que uno de los hijos de Abdad de Serrena se echó a nadar mar a dentro acompañado de unos cuantos valientes.
Sólo uno, tras nadar y creer morir en mitad de la nada, llegó a puerto. Allí descansó hasta recuperarse, y comenzó a hablar del Atolón y de sus posibilidades. La leyenda creció como el viento ante la tormenta, y en un tiempo reunió una pequeña flota en su busca.
Navegó cruzando los Mares del Mundo, le costó largo tiempo dar con el Atolón, hasta el punto de que durante un motín casi lo lanzan por la borda de nuevo al mar. Pero al final dio con él.
Allí estaba su familia, junto con aquellas pocas que habían sobrevivido toda una generación en el Atolón. No eran más de una escasa veintena de personas, entre piratas y mujeres que fueron secuestradas. Habían sobrevidido a base de la pesca, y en raras ocasiones de los cuerpos de los caídos. Había sido duro, jamás había aparecido un navío por el horizonte, en todos aquellos años, pero la superviivencia había vencido.
En aquel entonces el Atolón se entendió como un islote cercano al borde del Mundo, donde comienza la Nada. No sabían cuan equivocados estaban... Ahí recalaron las naves que llegaran al Nuevo Continente más tarde, descubriendo que estaba en mitad de un gran oceano, entre dos bastas tierras. Y desde entonces comenzó su historia, que la llevó por diferentes manos hasta nuestros días.
Ese puerto franco será siempre morada de los hijos de Abdad de Serrena y de sus piratas, y lugar de paso para todo aquel que se atreva a echar ancla en su puerto...
4 comentarios:
Waaaauu
Me gusta :)
Guau. Con foto y todo. Eres un artista... ¡Ah! cuando vuelvas a la Roca (si es que vuelves algún día), no te perdonaré una partidita de La Isla del Reo... La última, con nuestros encantadores disfraces y desupés yendo a las tantas a tu casa todos disfrazados, mientras "Hassan" conducía, trapo en la cabeza incluido, no es fácil de olvidar... Y tú... con esa peluca de chica que llevabas...¡morena buenorra!
Amuak
M.
P.D.: Lydia, hay fotos xDD
Ya de por sí, la imagen y el título da para un cuento de Edgar Allan Poe ;)
En mitad de la Nada, bordeando el espíritu del Mundo, enraizando anclas en un horizonte sin norte, se eleva infranqueable, impertérrito e inalienable El ATOLÓN....... hasta que llegó un bereber :P ... ¡¿Cómo no!??
Están en todas partes.
Fd. La pirata de los Mares del Sur, que se ha mudado un tiempo.
Ya te enlazaré, Darka, muáaa :)
Yo quiero ver esas fotos Favoleee!!!
:DDDDD
¿Dónde hay que firmar? jajajajaj
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