12 de mayo de 2010

Las piezas de puzle

A menudo hay objetos que perduran, resistiendo el paso del tiempo, los avatares y las adversidades, no porque sus materiales sean resistentes o porque nadie los pierda o deje olvidados en un rincón, sino porque tienen una vida propia. Porque forman parte de un cuento, y porque siempre hay alguien para contar su historia...

Hace mucho tiempo ya que comenzó esta historia que narro ahora. Se trata de un objeto singular, capaz de unir a las dos almas más distantes, y de separar a las mejor entrelazadas... En los albores de la civilización, cuando los hombres aprendieron a amarse y a sufrir, hubo un caballero que deseó atrapar para siempre a una bonita doncella. Con ese pretexto, acudió al alquimista de palacio, un hombre tan viejo y sabio como el mundo, y le rogó que le fabricara un objeto que soportara el paso del tiempo. El caballero precisaba un objeto que le uniera para siempre a su amada, y le rogó que les hiciera un objeto mágico, para que su amor no terminara nunca. El alquimista le dijo que el amor, como muchas otras cosas, puede ser para siempre, o no, y que si por su propia naturaleza se muere, hay que dejarlo morir. El caballero encolerizado, le ordenó amenazándolo con su espada que hiciera el encargo, y este, temiendo por su vida, aceptó. Pero le dijo que crear el amor era fácil, hacelro infinito ya no era cosa suya. Y como el caballero y la doncella ya se amaban, de ellos dependería que la magia del objeto funcionara.

Entonces el alquimista se marchó a buscar los materiales sagrados. Acudió a una gran montaña, cuyo nombre y ubicación se reservó, y extrajo de la tierra, con sus propias manos, los metales más bellos. Esperó a que la luna no mirara, pues aquel hechizo no podría ser legítimo en un mundo en que el amor sigue sus propias reglas. Y así, durante una larga noche de la luna nueva, forjó una pieza de aquellos metales. Primero los fundió con esmero, mezclando sus esencias, y después, sobre un yunque, forjó la pieza mientras narraba sortilegios prohibidos. El resultado fue una plancha de unos centímetros, con forma rectangular. Para terminar, la dividió en dos pedazos, que los dos amantes deberían poseer. La cortó cuidadosamente, con la forma de un dos piezas que encajaban como un puzle.

Ya devuelta en palacio, le entregó las dos piezas al caballero, y éste se lo agradeció con preciados tesoros que él se negó a aceptar. Cuando se las entregó, le advirtió que aquellas dos piezas de puzle poseían una magia poderosa, y que no funcionarían con cualquier pareja de amantes. Le dijo que esas piezas bien podrían convertir un amor terrenal en eterno, pero que, y le pidió que prestara atención a esto, sólo lo finito podría ser infinito si se trataba de un amor verdadero. Si dos amantes poseían las piezas y lograban hacerlas encajar, significaba que aquellas dos personas se amarían siempre, por numerosas que fueran las encrucijadas que los separaran, pero que si un amor debería morir por sí solo, esas dos piezas no podrían encajar jamás.

El caballero, seguro de que su amor por la doncella era verdadero, partió a regalarle una de las piezas del puzle. Ambos se encontraron en un bosque precioso, cuando la luna ya lucía en la noche, en su cuarto creciente, y a ella le maravilló. Los dos se abrazaron, se besaron e hicieron el amor por última vez. Entonces, desnudos en mitad del bosque, trataron de encajar las piezas, sin conseguirlo. ¡Aquél puzle era imposible de montar! Las dos piezas no llegaron a encajar, y el caballero, furioso, las arrojó al suelo, y ahí quedaron, en el bosque, olvidadas por mucho tiempo, hasta que otra pareja de amantes la encontrara.

Así, partió en busca del sabio alquimista, y allí le dijo que le había engañado, y que venía a matarlo. Entonces el alquimista le dijo que él jamás le engañó. Que le había advertido de que las piezas sólo encajaban en personas que se amarían siempre. Y que si en sus manos y las de su doncella, no había sido posible, sólo significaba su amor no sería para siempre... Antes de matarlo, se aseguró de hacerle entender aquello, las piezas funcionaban perfectamente, eran ellos dos los que no encajaban, si hubieran estado realmente conectados, las piezas habrían encajado. 

Después de aquello nadie volvió a ver al caballero. Y su doncella lo añoró mucho, y lloró impotente. Él se había marchado por miedo a perderla, y ella lo perdió para siempre...




Este cuentito es un relato paralelo al cuento que estoy comenzando a escribir. Aun desconozco su título, espero pronto hablaros de él.
Estos días he estado ausente, pues he tenido la cabeza en otras cosas y quehaceres. Y no sabéis cómo lo siento, echaba de menos venir por aquí. Cómo me alegro de haberlo hecho al fin.
Espero que os gustara el cuentito de las Piezas de Puzle!!!
No temais si es triste, pues este tan sólo es un relato que narra la historia de un poderoso objeto, no la de dos amantes que se perdieron...


Hasta pronto!
Darka.

3 comentarios:

Cristina Puig dijo...

Me ha gustado muchísimo Darka, un poco triste pero el alquimista ya lo advirtió:) Sigue así,

Un abrazo, y a ver si de vuelta tomamos ese cafetín,
Saludos

Anonymous dijo...

¡Anímate y preséntalo al concurso!
Es un poco triste pero no está nada mal.

Minerva dijo...

Me ha encantado pasar por tu blog y leer este último relato. Como la vida misma...a veces nos empeñamos en encajar piezas que no pertenecen al mismo puzzle. Besos y Enhorabuena.

Publicar un comentario