El Príncipe Assul viró el timón unos grados ligeramente a babor, utilizando su única mano. La nave surcaba el océano calmado, y todo alrededor estaba a oscuras. Aquélla era una noche sin luna, y sólo las estrellas brillaban en el cielo. Ni una nube lo surcaba. Por las noches apagaban todas las luces a bordo, para evitar ser vistos desde lejos, así que todo estaba completamente a oscuras. Corría una leve brisa, suficiente para hinchar la mayor, y avanzar a sotavento, hacia un destino donde sabía que nadie lo encontraría. El rumbo estaba fijado por el sol durante el día, había que navegar hacia donde éste nacía, y por Uzkulac durante la noche, una constelación que los marineros conocían como el Triángulo de Verano, que siempre apuntaba al este. En aquella dirección, sin desviarse del grado exacto, se encontraba el Atolón.
Aquél era un puerto franco, al que piratas, corsarios y otra calaña acudía a repostar. No era más que un peñasco que sobresalía en la inmensidad del océano, solitario, y donde tras muchas generaciones de marineros, se había levantado todo un puerto. Las viviendas se amontonaban en la loma, los muelles crecían mar adentro, y en su cúspide, se elevaba un faro, que siempre alumbraba el camino. El Atolón era el punto más cercano de tierra conocida por el hombre a los Mares de Eldor, el Torturado, una masa de agua cubierta siempre por una tormenta inmóvil. La visión desde el puerto franco, decían, era asombrosa. Por el día, que solía lucir cálido y luminoso en aquella región del mundo, se alcanzaba a ver al noroeste la inmensa tormenta, que jamás cesaba. Y por la noche, desde los muelles, alcanzaban a verse los relámpagos, en continua explosión. Era una visión increíble, y Assul soñaba con verla. Había oído hablar mucho del Atolón, y siempre había querido ir, y aquél le había parecido el mejor lugar para esconderse de su padre.
Junto al timón, de donde nacían varios cabos que se elevaban hasta lo alto del mayor, donde unos hombres se apostaban, había un caballete que sostenía una jaula de pájaro. En su interior, U se sentaba sobre el columpio que debía estar sosteniendo a un ave, y no a una Sirada como ella. Aquello, hasta indignaba a la pequeña U, si al menos ella hubiera tenido alas para volar… Sus piernecitas colgaban desnudas desde el columpio, al que se agarraba con ambas manos. Su vestidito azul celeste se mecía con la brisa que movía la carabela, mientras observaba a Assul. No terminaba de comprender a aquel hombre. De hecho, no entendía a ninguno de ellos. Se peleaban por cosas absurdas como bellas flores, coronas negras o reinos, hasta el punto de que padre e hijo pudieran odiarse de tal modo. A ella le daba exactamente igual lo que hicieran con esa corona, que por muy radiante que dijeran que fuera, no era más que un trozo de metal negro y consumido.
Frente a la sirada, Assul miraba al cielo mientras sostenía el timón, sin moverlo un ápice. Ninguno de los hombres a bordo había ido jamás al Atolón, y el Príncipe se guiaba por aquella constelación, sin saber siquiera si existía realmente aquel lugar. Definitivamente, pensó U, aquél era el mejor lugar del mundo para esconder la corona. Por mucho que les persiguiera el Rey de Grrim, jamás daría con ellos en un lugar así. O eso esperaban ambos. Lo que U no sabía, era si quería ir hasta allí, y aun menos quedarse. El Príncipe Assul le había hablado del Atolón, y no le gustaba nada ese lugar. Un peñasco con cuatro casas en mitad de la nada...
Aquella noche la constelación de Uzkulac cruzó la bóveda del cielo, y al final nació el día, y después otro, y otro. Aquellos largos días, calurosos bajo el sol del océano, fueron interminables para U. Assul pasó el viaje obsesionado, aquella flor significaba todo para él, y la pequeña U no podía entender por qué. Siempre la trató bien, la llevaba consigo a todos lados, aunque siempre encerrada en su jaula de pajarillos, salvo una ocasión, que le permitió salir.
Fragmento extraído del capítulo XV del cuento de
en el que estoy trabajando actualmente.
1 comentarios:
Que de tiempo sin pasarme por blogspot!
Todo el mundo anda liadisimo debe ser la época
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