14 de junio de 2018

La gran ola

La gran ola





En ese momento se abrió la puerta del camarote, y Loas de Dálmatos entró completamente empapado. 
―Capitana, tiene que ver esto.
Cuando se dio cuenta, la silla y el biombo se corrieron hacia proa, deteniéndose en la pared, pues el galeón volvía a inclinarse.
Issora se puso de pie.
―Quédate aquí ―le ordenó a la elfa. Entonces echó a correr tras el alférez. Llegaron a cubierta cuando la nave ya se inclinaba sobre el eje horizontal unos sesenta grados, así que debió agarrarse a los pilares de la regala del castillo de popa. Fue hasta la escalera y subió hasta allí, agarrándose a los cabos de refuerzo de la contramesana, y lo que vio no tuvo igual. Una inmensa ola crecía a popa, llevándose la nave. A gran altura, el Dos de Espadas la navegaba como podía, remontando su cúspide. Éste ya estaba en posición vertical, y ellos los seguían. La Rosa continuó inclinándose, y ella se cayó a los pies de la regala. Mientras la popa iba subiendo, todos debieron agarrarse a algo, dos de los marineros que estaban allí se aferraron a la contramesana, pero el tercero se fue para abajo, cayendo por las escaleras y perdiéndose en cubierta. Se escucharon gritos entre la lluvia. El viento había cesado, como si la inmensa ola los estuviera resguardando, pero su amenaza era tal, que nadie se dio cuenta. Loas de Dálmatos estaba colgado de los barrotes de la regala, justo donde estaba Issora. Todo su peso recaía sobre la estructura de madera, pues la gravedad ya no obedecía al orden natural, dada la posición del galeón.
―Capitana ―dijo el alférez. Estaba colgando completamente, pateando el suelo del alcázar―, no sé si saldremos de esta.
―Saldremos ―sentenció ella―. Suba aquí, alférez.
Éste sonrió. Apenas podría ver algo, y ahí tendido esbozó una expresión irónica. Entonces, colgando, pasó al siguiente pilar de la regala, después al siguiente y avanzó hasta la escalera. La nave seguía remontando la ola. Issora trataba de ayudar al alférez, agarrándolo fuertemente los brazos a través de la regala, cuando echó un vistazo a popa. El Dos estaba alcanzando la cúspide de aquella cosa que simulaba ser una ola. Loas se impulsó y saltó a la regala que subía por la escalera. Trepó por ella hasta ascender y quedar tendido con Issora en el castillo de popa.
―Capitana ―dijo con desdén.
―Alférez ―sonrió ella.
La Rosa estaba completamente vertical, allá abajo se veía a todos agarrados a algo, colgando de mástiles o de cuerdas. Más de uno se había ido al agua. Ahora uno de los dos marineros que estaban allí se aferraban a la regala de estribor. Miraba a la capitana muerto de miedo.
Ella se giró y miró hacia abajo.
―¡Maestre! ―gritó.
―¡Capitana! ―se escuchó de algún lado.
―¡Saldremos de ésta, maestre!
―¡Sí, capitana! ―respondió Therco.
―¡¿Me han escuchado?! ¡La Rosa sobrevivirá a esta ola!
No se escuchó ninguna respuesta. Miró al alférez mientras ascendían. Aquella ola era inmensa, parecía que la escena se hubiera congelado, aunque la lluvia les caía en la cara.
―Capitana ―dijo Loas de Dálmatos. Ella lo miró―, admiro su convicción. Es un honor haber servido bajo su mando.
―Alférez, no quiero volver a oírle decir eso. ¿Me ha entendido?
Él sonrió.
―¿Lo ve, capitana? Siempre he admirado su convicción.
―Saldremos de esta. ―Issora no podía dejar de repetir eso. Lo dijo un par de veces más, hasta que Loas la cogió de la chaqueta, colocándosela enfrente. Muy cerca.
―Capitana, sabe que siempre he deseado un beso suyo, y no me iré al fondo del mar sin él.
―Alférez, compórtese.
Él la seguía agarrando desde tan cerca, con la nave ascendiendo aquella ola inmensa, cuando sonrió de aquella manera irónica otra vez, justo antes de intentar besarla. Pero Issora, antes de dejarle hacerlo, le dio un empujón apartándose.
―¡Loas! Sabe perfectamente que eso no va a pasar con un miembro de esta tripulación.
El alférez se quedó perplejo, asomando una pizca de ira en su expresión.
―De esta… ―sus palabras salieron con rencor, y no le importó. Era joven aún, de buen ver y con buen rango, pero ella se lo estaba dejando claro. No iba a pasar. No dijo una palabra más, se aproximó a la escalera y trató de bajar al alcázar, pero aquello era difícil, la nave se inclinaba verticalmente sobre el nivel del mar, amenazando con llegar a la cresta escarpada. Issora trató de detenerlo, pues no era tarea fácil. Loas de Dálmatos, se soltó el brazo que ella le agarraba, y con el tirón que dio, se balanceó hacia un lado, sin poder agarrarse a nada. Entonces cayó por la escalera. Issora lo vio a través de los pilares de la regala del alcázar, precipitándose al vacío.

La gran ola (capítulo XII)




Hola!

La Rosa de los Vientos ya está corregida, lista para ser editada. Estoy preparando el envío editorial, espero pronto informaros más. De momento os dejo este pedacito para abrir boca!

Hasta la próxima!
Chris.



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