Todo estaba en completo silencio. Desde los arbustos secos y retorcidos se vía la torre solitaria. No era más que un puesto de avanzada, el primer territorio que los pielesverdes conquistarían a los elfos, en una maniobra táctica que dejaba mucho que desear. Los orcos, a su estilo, habían avisado que venían, en lugar de aprovechar una ventaja que habría sido de gran ayuda, y es que así se aseguraban una buena pelea. Diblitz, el chamán goblin, se haría con la torre vigía y regresaría con las cabezas de los elfos que encontrara ensartados en su lanza. Ese sería el mejor báculo de hechicero. Sólo tenía que lanzar un conjuro después sobre aquellas cabezas podridas y alcanzaría gran poder. Levantó una mano, indicando a dos de sus muchachos que batieran el terreno. Los más cercanos sonrieron, agradecidos por el honor, y con sus arcos en mano saltaron de los arbustos y corrieron hacia la torre. Al verlos acercarse, Diblitz pensó que cuando las cabezas que ensartara en su lanza se pudrieran, debería ir renovándolas, y disfrutó con la imagen mental, de sí mismo presionando los cráneos elfos para atravesarlos con la punta de metal de su báculo-lanza.
Los dos goblins, llegaron hasta el pie de la torre, sin ver a un alma, y miraron atrás. Uno se encogió de hombros, doblando la cabeza, y el otro hizo la seña de despejado. Después, el grupo salió de los matorrales resecos y se acercó. Diblitz se temió que los elfos, muertos de miedo, hubieran abandonado la torre a su suerte... Mientras, uno de aquellos dos, se acercó a la puerta de entrada a la torre, y la abrió con facilidad. El chamán lo vio internarse en la oscuridad, seguido del compañero, y después, cerrarse de un portazo. Todo el grupo se detuvo. Los dos goblins se perdieron en el interior. Los demás se miraron, y al poco, continuaron.
El chamán comenzó a pronunciar una palabras que ninguno entendió, sintiendo la magia en las yemas de los dedos. Debían ser una veintena, además de cinco guerreros goblins motados en arañas gigantes. Éstos, se acercaron más rápido, desde el flanco oriental, montando aquellas horrendas criaturas. Una de las bestias, de un salto, se encaramó a uno de los muros de la torre, y trepó hasta arriba. Fue entonces cuando un silbido rompió el silencio, y aquel guerrero goblin que montaba a la araña, cayó al suelo desde lo alto, con una flecha clavada en la cara. La araña se encabritó, y comenzó la pelea. Allá a lo alto varios elfos oscuros saltaron sobre la bestia y una lluvia de flechas derribó al menos a ocho goblins a pie. Diblitz sonrió, ahí estaban los elfos, escondidos como ratas, esperando, y entonces lanzó su conjuro, una masa de energía verde salió de sus manos, dirección a ala torre. La explosión en lo alto hizo volar a la araña, a otra que ya había trepado, y a algunos de los elfos. Tres cuerpos cayeron inertes, pero dos, como felinos, aterrizaron y saltaron armados con cuchillos. Los que iban a pie se lanzaron encima de ellos, y el combate fue breve, pero bellísimo. Varios bailes de cuchillos curvos, y cinco goblins cayeron. Un brazo verde fue a parar junto a Diblitz, que ya pronunciaba de nuevo aquellas palabras. Sólo le quedaban la mitad de sus hombres, y aquellos elfos acabaron con otros dos cuando la masa de magia surgió de sus manos una vez más. Un elfo cayó muerto. Dos arañas se tiraron por el que quedaba y acabaron con él, pero ya estaban hasta el cuello, y aquello acabaría en masacre. La puerta se abrió, y de dentro, tres elfos oscuros aparecieron, sin detenerse a mirar. Rebanaron pronto alguna vida goblin, mientras uno, el que vestía de dorado, corrió saltando primero sobre una de las arañas, matando a jinete y a bestia, para dirigirse al chamán. Éste se puso nervioso, y apunto estuvo de huir, pero el siguiente hechizo ya estaba surgiendo, y lo lanzó. La masa verde se estrelló contra la torre, reduciéndola a escombros, cuando el elfo la esquivó. Parecía que volaba, y al chamán no le dio tiempo a nada más. Cuando se quiso dar cuenta estaba en el suelo, con el elfo encima, y dos cuchillos manchados de sangre verde en el cuello. Miró alrededor y ni uno de sus hombres quedaba, salvo una araña que daba muerte a uno de los elfos. Nada podía hacer, pronunció unas palabras mágicas, cuando el otro le dio un golpe con al culata del cuchillo derecho. Se le llenó al boca de sangre y no pudo pronunciar ni una más. Tras ellos, la araña caía ensartada por varias flechas. Todo había acabado ahí, y Diblitz se preparó para morir.
Cuando los guerreros elfos oscuros se acercaron, el que los gobernaba se levantó, y le dio la espalda dejándolo ahí tirado. ¡Lo iban a dejar vivir!
- Ponedle el collar. Nos lo llevamos.- Dijo el elfo al alejarse hacia sus caídos.
Entonces dos se acercaron, pero el chamán ni forcejeó. A su cuello le colgaron un collar plateado, cuyas anillas parecían hechas de absoluta armonía... Se le fue nublando la vista, hasta perder la consciencia. Y todo se desvaneció para Diblitz sin alcanzar a darse cuenta que a veces era mejor morir en combate...
Los dos goblins, llegaron hasta el pie de la torre, sin ver a un alma, y miraron atrás. Uno se encogió de hombros, doblando la cabeza, y el otro hizo la seña de despejado. Después, el grupo salió de los matorrales resecos y se acercó. Diblitz se temió que los elfos, muertos de miedo, hubieran abandonado la torre a su suerte... Mientras, uno de aquellos dos, se acercó a la puerta de entrada a la torre, y la abrió con facilidad. El chamán lo vio internarse en la oscuridad, seguido del compañero, y después, cerrarse de un portazo. Todo el grupo se detuvo. Los dos goblins se perdieron en el interior. Los demás se miraron, y al poco, continuaron.
El chamán comenzó a pronunciar una palabras que ninguno entendió, sintiendo la magia en las yemas de los dedos. Debían ser una veintena, además de cinco guerreros goblins motados en arañas gigantes. Éstos, se acercaron más rápido, desde el flanco oriental, montando aquellas horrendas criaturas. Una de las bestias, de un salto, se encaramó a uno de los muros de la torre, y trepó hasta arriba. Fue entonces cuando un silbido rompió el silencio, y aquel guerrero goblin que montaba a la araña, cayó al suelo desde lo alto, con una flecha clavada en la cara. La araña se encabritó, y comenzó la pelea. Allá a lo alto varios elfos oscuros saltaron sobre la bestia y una lluvia de flechas derribó al menos a ocho goblins a pie. Diblitz sonrió, ahí estaban los elfos, escondidos como ratas, esperando, y entonces lanzó su conjuro, una masa de energía verde salió de sus manos, dirección a ala torre. La explosión en lo alto hizo volar a la araña, a otra que ya había trepado, y a algunos de los elfos. Tres cuerpos cayeron inertes, pero dos, como felinos, aterrizaron y saltaron armados con cuchillos. Los que iban a pie se lanzaron encima de ellos, y el combate fue breve, pero bellísimo. Varios bailes de cuchillos curvos, y cinco goblins cayeron. Un brazo verde fue a parar junto a Diblitz, que ya pronunciaba de nuevo aquellas palabras. Sólo le quedaban la mitad de sus hombres, y aquellos elfos acabaron con otros dos cuando la masa de magia surgió de sus manos una vez más. Un elfo cayó muerto. Dos arañas se tiraron por el que quedaba y acabaron con él, pero ya estaban hasta el cuello, y aquello acabaría en masacre. La puerta se abrió, y de dentro, tres elfos oscuros aparecieron, sin detenerse a mirar. Rebanaron pronto alguna vida goblin, mientras uno, el que vestía de dorado, corrió saltando primero sobre una de las arañas, matando a jinete y a bestia, para dirigirse al chamán. Éste se puso nervioso, y apunto estuvo de huir, pero el siguiente hechizo ya estaba surgiendo, y lo lanzó. La masa verde se estrelló contra la torre, reduciéndola a escombros, cuando el elfo la esquivó. Parecía que volaba, y al chamán no le dio tiempo a nada más. Cuando se quiso dar cuenta estaba en el suelo, con el elfo encima, y dos cuchillos manchados de sangre verde en el cuello. Miró alrededor y ni uno de sus hombres quedaba, salvo una araña que daba muerte a uno de los elfos. Nada podía hacer, pronunció unas palabras mágicas, cuando el otro le dio un golpe con al culata del cuchillo derecho. Se le llenó al boca de sangre y no pudo pronunciar ni una más. Tras ellos, la araña caía ensartada por varias flechas. Todo había acabado ahí, y Diblitz se preparó para morir.
Cuando los guerreros elfos oscuros se acercaron, el que los gobernaba se levantó, y le dio la espalda dejándolo ahí tirado. ¡Lo iban a dejar vivir!
- Ponedle el collar. Nos lo llevamos.- Dijo el elfo al alejarse hacia sus caídos.
Entonces dos se acercaron, pero el chamán ni forcejeó. A su cuello le colgaron un collar plateado, cuyas anillas parecían hechas de absoluta armonía... Se le fue nublando la vista, hasta perder la consciencia. Y todo se desvaneció para Diblitz sin alcanzar a darse cuenta que a veces era mejor morir en combate...
Esta es la continuación al trasfondo de la campaña de warhammer que jugaremos este verano: El Día de la Sangre. La primera parte la podéis leer aquí. Pronto el desenlace, listo para que la campaña sea jugada, entre Joey y yo, él cn elfos oscuros, y yo con orcos y goblins.
Es una pena que tengamos que esperar a agosto para jugar, pero para entonces ya voy preparando esto, ansioso por la batalla...
4 comentarios:
Bu
Veo que estás a tope en lo que a producción se refiere... Y por lo que estoy leyendo, todo muuuuy bueno. Yo también estoy intentando ponerme un poco al día, que con la carrera... (bueno, qué te voy a contar a ti).
Un beso fuerte:
M.
Que buena pinta tiene esa partida de Warhammer...
:))))))
El Bichejo musical estresado!
Pd: la foto de los goblins está graciosa, me hace mucha gracia como se visten... :P
Buena pinta si, interesante la figura del chamán goblin:). Un abrazo!
Cris
Quina bona pinta! Mi hermano tiene los Altos Elfos, le comentaré lo de las partidas ;)
Gracias por pasarte por el blog me alegro mucho que te gusten, un abrazo enorme Darka!
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