La Ciudad de Esslenesse
(Parte II)
Nos tienen rodeados.- Honorio, Augusto de Pridonia, golpeó la mesa con el puño sobre un mapa de la Provincia de Tronia. Estaba desplegado abarcando toda la mesa, y en el centro, estaba Esslnesse. Era un mapa antiguo, de cuando sus antepasados, unos cuatro siglos atrás, les arrebataron esa tierra a los elfos. En él se mostraba toda la Tierra de Tronia, con las fronteras que por aquel tiempo delimitaban la Provincia, cuando aun Bouronne no había sido conquistada. A Honorio le disgustó usar aquel mapa, pero era el que le habían traído, y dudaba de si alguno de sus esbirros se atreviera a bromear con aquella situación. Con todo, había sido actualizado, y tenía garabateados pueblos y ciudades que en aquel tiempo no existían. Sobre Esselnesse había clavado un pendón púrpura con el símbolo imperial, además de banderas por cada una de las legiones que había en la ciudad, que no eran más que cuatro. Sobre Gordisone, Ladd, Bronosa y Bouronne había pendones naranjas, aunque este último tenía el escudo visigonote, indicando la posición de Alarico.- Maldita sea...- Dijo para sí. Estaba rodeado de seis hombres de confianza, además de por los centinelas, en las paredes de la cámara. Era una sala enorme, donde hermosas columnas elfas levantaban una bóveda que se alargaba varias docenas de pasos en el interior del Palacio de los Emperadores, al norte de la ciudad de Esselnsee. Había tapices en las paredes, mostrando escenas de batallas pasadas, de los tiempos en que el Imperio conquistara la ciudad. Valientes legionarios, entre héroes de renombre, derrotando a elfos y arrebatándoles aquellas tierras para siempre. Observó la figura de Caludio Julio, primer César de Pridonia, en un telar que representaba la fundación del Imperio... Suspiró. Aquellos hombres habían combatido por la Tierra de Tronia, dado sus vidas, y su memoria, para que él la convirtiera en polvo. En un recuerdo...
- ¿Qué dice la nota, mi Augusto?- El que habló era Prodóximo, César de Pridonia, que portaba su equipo de batalla completo, como si la batalla fuera a comenzar ahí mismo.
- Es Gordisone...- Honorio volvió a suspirar, maldiciendo por dentro.- Se ha salvado media legión, que regresa. Pero los batidores interceptaron un mensaje para Alarico. Va a atacar con la próxima luna. ¡Y yo acabo de perder a seis legiones!- Volvió a dar otro puño sobre el mapa, enfurecido.- Él está en Bourone.- Añadió señalando al pendón naranja.- Pero atacará también desde Ladd y Bronosa. Estad seguros de eso.
- Tenemos legiones de refuerzo, mi Augusto, y armaremos milicia.- El Cónsul Agasta Atiro era el encargado de la guarnición de la ciudad, y bajo su mando había dos legiones. La Novena y la Quinta legiones correspondían directamente al César y a él. Honorio lo observó, tal vez calculando con cuántos efectivos contaban más.
Llevó su mirada hasta Pravianne, donde otras tres banderitas púrpuras simulaban hondear.- Enviad un mensaje al Cónsul Tadío, quiero a sus tres legiones aquí. Ya. En catorce días no llegarán, pero si establecen un sitio, nos serán de ayuda.- Uno de los seis hombres abandonó la sala de inmediato.- Atiro y Prodóximo, preparad a vuestros hombres. Reunid a todo el que pueda levantar un arma, y subirlos a esas murallas dentro de catorce días, porque no vamos a dejar que nos quiten también Esslnesse. Yo nací en esta ciudad, y en ella moriré de anciano, gobernando este Imperio. ¡¿Está claro?!- Ese último grito no hacía falta, y todos se sobresaltaron. Al momento, saludaron al Augusto, y se marcharon del salón por el final de la bóveda. Honorio se quedó callado primero, pero mientras iba encolerizando dejó de reprimirse las ganas, y lanzó un buen grito de rabia, mientras arrugaba aquel mapa obsoleto, rasgándolo por donde pendones y banderas marcaban puntos estratégicos. Y cuando quedaron clavados sobre la madera de la mesa, sin sentido aparente, Honorio calló de nuevo, dirigiéndose hacia el pendón naranja donde antes estuvo Bouronne, para arrojarlo con ansia al fuego de la chimenea...
Extraído de La Paz de Cartesse
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