Hoy os traigo el comienzo de ese capítulo del cuento, para ir mostrándolo próximamente.
Además, os dejo el mapa de la ciudad de Esselnsse en ese momento (año 315 en el Calendario del Viejo Mundo), que lo he hecho estos días. A ver si os gusta!
Bourone. Año 315
Aquel invierno había sido muy duro en aquella región del Mundo. Las estepas que se extendían hacia el sur de la ciudad de Bourone, más allá del Río Bringuidamo, estaban cubiertas de nieve. En aquellos doce largos años, desde que conquistaran la ciudad, jamás habían visto nevar de aquella manera. Las aguas del río bajaban gélidas, con los deshielos de las lejanas Montañas del Anochecer, en oriente, donde terminaba el Viejo Mundo. Ahora corría una ventisca nocturna, que bailaba haciendo remolinos sobre la helada. Aquella primavera no tendrían con qué comer, y Alarico lo sabía tan bien como los millares de soldados que albergaba la ciudad. Un copo de nieve fue a detenerse en su mejilla, haciéndole estremecer. Parecía que iba a comenzar a nevar de nuevo, pero el Rey de los Visigonotes no se inmutó. Su enorme tamaño contrastaba con el de la mujer, que no le alcanzaba la barbilla. Estaban cogidos con ternura, para darse calor, cubiertos con una enorme manta, formando un único bulto sobre las murallas de la ciudad. El paisaje era hermoso, con aquella estepa yerma, completamente blanca, y el cielo plagado de estrellas. La luna alcanzaba a iluminarlo todo desde el cielo, aunque en su recorrer, pronto se ocultaría tras los nubarrones que venían del oeste, amenazando con volver a descargar aquel polvo blanco congelado.
- ¿Qué vamos a hacer la próxima primavera?- Preguntó ella. Su rostro estaba bañado por la plata de la luna llena, y se veía muy hermosa. Era una muchacha joven, que Alarico veía a menudo. Se amaban en secreto, aunque todos lo supieran, pero él no deseaba el matrimonio, pues no quería nada que le atara, distrayéndole de su mayor ambición, conquistar toda la Tierra de Tronia.
- No te preocupes por el grano o el pasto, mi bonita. Aguesta, nuestra Diosa de las Estaciones, está castigando a los pridonios, sin darse cuenta de que los visigonotes también estamos aquí. Pero no importa, deben tener muchos alimentos almacenados en Esselnesse, es la ciudad pridonia más poderosa en la Tierra de Tronia. ¿Cuántas bocas tendrán que alimentar allí?- Se detuvo a suspirar, exhalando un largo vaho que se evaporó en la noche.- Cuando acabe este invierno, honraremos a Aguesta y a Nëmor en los salones de esa ciudad, mi nena, y la próxima primavera será próspera.
Ella no dijo nada, sólo deseó que su Rey tuviera razón, y lo abrazó con cariño. Estuvieron así un poco, observando aquel paisaje desolado, mientras caían los primeros copos de nieve, traídos con la brisa. Había deseado tanto ese momento, y no pensaba dejar que aquel invierno helado se lo estropeara. Al poco de ocupar Bourone, Estilicón, César de Pridonia, había establecido un asedio al sur de la ciudad, que duró cinco años. Pero durante el tercer año de sitio, Alarico logró convencer a los señores visigonotes que aun vivían al otro de la muralla. Por el este, las bestias se acercaban, y aquello era insostenible, así que al fin los últimos visigonotes se le unieron, y con el comandándolos, lograron conquistar los territorios pridonios al este de la Tierra de Tronia. Así se hizo con Gordisone desde Meridia, dando un duro golpe al Imperio, pero cuál fue la sorpresa del Rey Visigonote cuando se enteró de que Estilicón había muerto, agonizando en su lecho de algún mal que nadie supo curar. Aquella noche celebraron mucho en los salones de Gordisone. Sin Estilicón, el sitio duró dos años más, pero no lograron nada. Alarico había conquistado Ladd a occidente, Bronosa al sur, el Bosque de Lindsey, y aunque había sido incapaz de tomar Firlanitx, tenía rodeada Esselnesse. Y pensaba ver entrar la primavera desde allí. La luna terminó alzándose en el cielo negro, ocultándose tras aquella nube que terminó por cubrirlo todo. Ya sólo faltaban catorce noches. Con la luna nueva sus ejércitos de Ladd, Bronosa y Bourone se encontrarían ante los muros de la ciudad pridonia de Esselnesse, y no les darían tregua.
Extraído de La Paz de Cartesse
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