22 de enero de 2010

El Viaje

Saliendo de la órbita de Júpiuter. 
Distancia a la superficie: 22.337 pies. 
Velócidad de escape: 9.983 millas/hora. 
Aproximación a punto sin retorno en 96 segundos.

Las letras fueron apareciendo de una en una en la pantalla, formando las palabras. Estaban escritas en un verde esmeralda sobre fondo negro. Aquel ordenador era extremadamente preciso, cualquier error de cálculo habría sido fatal para la misión.

- ¿Sólo tengo que apretar el botón?- Dijo el piloto hacia el micrófono, que tras la detección de voz, el ordenador contestó.

Correcto.  
Aproximación a punto sin retorno en 91 segundos.

- ¿Estás listo? Una vez aprietes ese botón rojo, no habrá vuelta atrás.- Dijo el copiloto, un tipo serio al que pocos en el transbordador habían alcanzado a conocer en los 2321 días que había durado el viaje. Puso cara de resignación, dispuesto al fin y al cabo. Aquel viaje les llevaría hasta donde ningún otro había logrado ir.

- ¿Y qué otra nos queda?- Contestó el piloto.- En nuestras manos está la vida de toda esa gente. Y llegados a este punto, no vamos a defraudarlos.

En la pantalla permanecía escrita la última frase, en aquel verde esmeralda, y el tiempo iba corriendo.

Correcto.
Aproximación a punto sin retorno en 68 segundos.

- Encantado de haberte conocido. Has sido un gran capitán.

- Gracias.- Sonrió el piloto.- Tú has sido un gran segundo. Pero no te atrevas a despedirte de mí. Nos veremos al otro lado, y llevaremos esta nave hasta puerto seguro.

- Donde comenzará todo de nuevo.- Dijo el copiloto.

- Exacto.

Correcto.  
Aproximación a punto sin retorno en 41 segundos.

 EL piloto habló al comunicador.- Atención, por favor, al habla el capitán.- Suspiró, apagando el comunicador por un segundo.- En breves instantes atravesaremos la ventana. Les deseo mucha suerte a todos. Este día termina, y con él todo, y nosotros lo dejamos atrás para siempre. Allá donde vamos, encontraremos al sol brillando, y nosotros llegaremos a un lugar donde nazca y muera por el horizonte. Nuestra época ha terminado, al apagarse el sol, pero regresaremos a cuando aun flotaba incandescente en el universo.

Correcto.
Aproximación a punto sin retorno en 19 segundos.

- Abróchense los cinturones, por favor. Buena suerte a todos.


Correcto.
Aproximación a punto sin retorno en 11 segundos.

Con la última cuenta atrás, comenzó a sonar un pitido de alerta  por todo el tranbordador. Todos a bordo, cada uno de los 27 tripulantes, sintió el pulso acelerársele. Estaban a apunto de saltar a través del tiempo.

Correcto.  
Aproximación a punto sin retorno en 3 segundos.

Correcto.  
Aproximación a punto sin retorno en 2 segundos.

Correcto.  
Aproximación a punto sin retorno en 1 segundos.

El piloto llevó un dedo y rozó el botón rojo. Un segundo después, lo pulsó.


Todo comenzó a agitarse. El negro universo que veían através del cristal se fue tornando gris primero, y blanco después. Cada uno perdió el aire, y lo recuperó al instante. Fue una sensación cruel, pero efímera. 
Cuando recobraron el sentido, a través de las escotillas sólo veían el universo, plagado de las incontables estrellas que veían hacía un instante. Pero alla, alejado, lucía un sol radiante. Era blanco y redondo, y todos se sintieron aliviados.



Coordenadas estelares: 344.679;  -136.112; 907.610.  
Fecha: 02/01/-245.034 

Distancia a la superficie de Júpiter: 23.012 pies. 
Velócidad de escape: 15.333 millas/hora.

Introduzca destino...



La voz del capitán resonó por los altavoces de todo el transbordador.- Señoras y señores. Hemos retrocedido 357.230 años. Y como ven a estribor, el sol ha nacido en un nuevo día para nosotros. Bienvenidos a una nueva vida con luz.

Entonces tecleó las coordenadas, y el ordenador calculó la trayectoria. En la pantalla aparecieron tres palabras, y el transbordador viró fijando el rumbo.

Destino: La Tierra.



21 de enero de 2010

Miedo...

Todo el mundo cree que las hadas pueden volar, pero no es cierto. 
Algunas nacen sin alas, y las desean sobre cualquier cosa, 
pero son incapaces de lograr que les crezcan. 
Sólo cuando dejan de tener miedo, es cuando les brotan de la espalda...


Últimamente estoy un poco disperso. Siento la ausencia. Espero ponerme al día en breve, y regresar, aunque jamás me fui realmente.
Es sólo que todo va y viene. Y cada momento tiene su causa y su consecuencia.

Un saludo a todos!!
Darka.

9 de enero de 2010

La Segunda de las Guerras de la Luna

(Nota: Esta entrada puede entenderse tanto como un relato independiente, o como continuación de la entrada La Leyenda de Golöel - 13 de diciembre de 2009)




Qué triste el cuento que os voy a relatar. Cuando llegue a su fin, os aliavará la idea de encontraros en otro mundo, en el real, lejos de todo lo que acontecerá entre mis palabras. Fue allí, tan lejos, en un lugar donde los hombres viven atemorizados por la magia; donde los deseos aun pueden cumplirse; donde las pesadillas llegan a vivirse; y los demonios caminan erguidos, luchando por lo que a todos pertenece, por lograr arrebatárselo.

Fue así como Golöel, el Demonio Resentido, tras cumplirse su leyenda, y haber sido liberado de la Gran Roca, regresó al mundo para devastarlo. Se irguió, nombrándose el Caballero de la Blanca Luna, y marchó a formar un frente para derrotarlos a todos. Su codicia, flotando en el cielo nocturno, en forma de una Luna preciosa, era un anhelo que bien le había valido la espera.

Bajo su mando, terribles generales lo acompañaron, sembrando de Caos los campos por donde jamás volvería crecer nada. Y entonces estalló la Segunda de las Guerras de la Luna. Furiosas batallas se libraron, donde los hombres hicieron frente a la maldad con coraje. Se derramó tanta sangre, que al final casi no quedaron guerreros en los campos de batalla. Pero cuando la esperanza parecía mermar, un elegido, uno de entre aquellos que hubo liberado al demonio, le embistió con tal fuerza que le hizo retroceder. El cuerpo del elfo que ocupaba Golöel fue decapitado por la espada de aquel guerrero, pero esto no logró acabar con el demonio. Aquello ocurrió en el Cabo Diamante, el más austral del mundo, y fue allí donde Golöel, derrotado, en su forma de espíritu, se echó al mar, y huyó. Aquel guerrero, llamado Phillip, le Rat, fue condecorado entonces con los más altos honores. Aquella fue una victoria decisiva, por largo tiempo celebrada.

Pero Golöel nadó y nadó, y todos lo creyeron perdido, pensando que más allá del mar sólo terminaba el mundo, por donde él habría tenido que huir. No fue así.

El espíritu de aquel demonio nadó atravesando los Mares del Mundo, hasta llegar al Beso de la Luna, aquel punto inalcanzable en que la Luna se refleja sobre la supericie del oceano, marcando un camino infinito y brillante para dar con él.

Entonces Golöel se encontró con la Luna, a quien amaba sobre cualquier otra cosa que existiera, y allí la encandiló y engatusó. Con sus engaños, logró llevársela consigo, y aquella noche, terrible, fue oscura como ninguna antes.

Entonces, la Luna desapareció de los cielos del Mundo.

Golöel se la llevó lejos, a un lugar que creía que no encontrarían. Un lugar al que llamaban el Templo del Adiós, un recóndito sitio al que nadie sabía llegar.

Allí permanecieron juntos largo tiempo, ella engañada y él poseyendola, al fin. El Mundo creyó haber vencido, pero fue Golöel realmente el victorioso. Había logrado su mayor anhelo.

Ahora la bóveda nocturna del Mundo no tenía Luna...

3 de enero de 2010

Sin vuelta atrás...

Ya no había vuelta atrás. La puerta estaba abierta frente a él, y las campanadas tronando en sus oidos, ya seducidos... El otro lado del umbral estaba oscuro, completamente oscuro, como si el destino no quisiera mostrar nada de lo que le aguardaba. Pero eso ya daba igual, era lo que menos importaba, porque la decisión estaba tomada. Irremediablemente, no había vuelta atrás. Ya había caído, aunque aun no había cruzado el umbral, por mucho que se resistiera, ya estaba al otro lado.
Dio un paso, tentó a su valor, y se acercó a la entrada, o a la salida, o a lo que quisiera ser esa puerta y lo que quedaba al otro lado. Estaba justo delante, de pie, con las campanadas en sus oidos, y entonces introdujo una mano. Una vez al otro lado del umbral, del que no se veía nada, sintió el cambio de temperatura. Aquello que hubiese más allá, era más cálido y acogedor.
Fue a dar otro paso, y el mpulso le hizo temblar, sin decidirse. Fue una sensación extraña, cuando vas a lanzarte al vacío, sin saber si te harás daño. Lo desconocido era la peor parte de aquella maravilla, el silencio entre campanada y campanada...
Pero sin escucharlo, sin decidirse, sin poder evitarlo, sin vuelta atrás, caminó cruzando el umbral. Su cuerpo se perdió en la oscuridad al otro lado, y ya nada más pudimos ver de qué era de él. Lo que si es de esperar, es que al menos él supiera lo que le ocurría...