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3 de junio de 2015

La Torre de los Vientos (Atenas, Mayo de 2015)

Torre de los Vientos
La Torre de los Vientos como debió ser en el S. I a.C.

Ya os he hablado de la Torre de los Vientos numerosas veces en este blog, pues a partir de ella me inspiré para las Horologias, un elemento principal en La Rosa de los Vientos, novela que terminé hace poco y se encuentra en fase de revisión. Pero es que la semana pasada estuve en Atenas, por un congreso, ¡y pude ver* la original!

Ágora Romana
Ágora Romana de Atenas (con la torre al fondo)
(Mayo de 2015)


Impotencia a los pies de la Torre.

Se halla situada en el conjunto arqueológico del Ágora Romana, aunque en realidad es anterior a ella, siendo el elemento mejor preservado de todo el conjunto. Cuando el Ágora Romana aún estaba en pie, la torre quedaba en el exterior, pero hoy la visita turística incluye ambas cosas. Yo tenía muchísimas ganas de visitarla, como os imaginaréis, y me ha encantado, pero me llevé una desilusión al encontrarla en restauración, tapada por el andamiaje. Aun así, visitarla ha sido una gran experiencia. Allí estuvimos hablando con uno de los restauradores y nos comentó que esperan acabar la obra de restauración el próximo diciembre. ¡Tenemos que volver! De todas maneras, ella nos estaba esperando. Precisamente el día que fuimos a verla, los restauradores colocaron una serie de carteles explicativos sobre la Torre, su historia y la restauración que estan llevando a cabo. Las fotos que os muestro a continuación pertenecen a dichos carteles explicativos. Colgaron ocho carteles, uno por lado de la torre, alrededor de la verja que rodea el Ágora, así que aunque no pude verla bien por el andamiaje que la cubre, pudimos empaparnos bastante de su historia. Una maravilla.





Torre de los Vientos (croquis)
Croquis de la Torre de los Vientos
La Torre de los Vientos fue construida en el S. I antes de Cristo por el astrónomo macedonio Andronikos de  Kyrrhos. Es una torre octogonal de mármol sobre una base de tres escalones. Tiene un techo cónico, un anexo cilíndrico en su cara sur y dos propileos (entradas monumentales con columnas) en sus caras noroeste y noreste. Antiguamente, en su cúspide hubo una veleta de bronce en forma de tritón, que indicaba la dirección del viento, los cuales aún se conservan representados en acada una de sus caras. El tritón de la veleta tenía una caracola, con la cual apuntaba hacia donde soplaba el viento. Los vientos están representados en el friso de cada una de las ocho caras. Justo debajo de ellos, hay relojes de sol para medir el tiempo. Durante las noches y los días nublados, usaban un reloj de agua que hay en su interior, en el suelo.



La Torre de los Vientos, en tiempos de ocupación otomana,
con la Acrópolis de fondo
La torre se usó de templo y para medir el tiempo en la etapa greco-romana (fue construida en la época en que Roma se anexionaba Grecia como provincia a su Imperio). Durante la era cristiana fue utilizada de iglesia o bautisterio, habiéndose construido, incluso, un cementerio junto a la cara noreste. Durante la época bizantina y tras la conquista del Imperio Otomano (S. XIV), los alrededores de la Torre de los Vientos se modificaron continuamente, ocupandose por numerosos edificios (como se aprecia en la imagen). Es posible que en época otomana, además, se usara de templo para los mevlevíes, una secta religiosa. Tras la liberación de Grecia (S. XIX), los edificios otomanos se echaron abajo, devolviéndole a la Torre su esplendor, al quedar más al descubierto.


A continuación os presento la representación de cada uno de los vientos, en orden, desde su cara norte, hasta noreste (en orden inverso a las agujas del reloj, téngase en cuenta que cada viento está representado en la cara hacia la que sopla). Guiaros a partir de la rosa de los vientos que hay en el croquis anterior.
Nota: Los nombres son en inglés (a partir del griego antiguo). Entre corchetes os indico el nombre heleno (del castellano real) y elfo, usados en Mi Mundo y por tanto en La Rosa de los Vientos.

Voreas [Bóreas, Drennas], el viento del norte, representado como un anciano soplando a través de una caracola.
Se encuentra en mal estado y la restauración es delicada. Han crecido líquenes sobre el sustrato de mármol, deteriorándolo. Eliminarlo está resultando muy dificultoso.



Skiron [Coro, Balo], el viento del noroeste. Seco y frío durante el invierno, y caluroso y violento durante el verano, produciendo un efecto adverso en la salud y la agricultura. Representado por un anciano barbudo cargando un ánfora.




Zephyros [Céfiro, Netos], el viento del oeste, placentero viento de la primavera que favorece la vegetación. Representado por un hombre joven portando numerosas flores en su manto.





Lips [Libis, Titho], el viento del suroeste, que llega a Atenas desde el Golfo Sarónico o Libia, y está representado por un hombre joven portando la popa de un barco. Los barcos que llevaban a Lips en la popa eran aptos para navegar. El lado suroeste de la Torre tiene numerosos vestigios de las guerras que asediaron el Acrópolis en el S. XIX (guerra de independencia griega del imperio Otomano), y lamentablemente, las balas han destruido parcialmente la cara de Lips.
Notos [Noto, Arjas] es el viento del sur. Es un viento húmedo y salado representado por un hombre joven con una tinaja volcada. Los vientos del sur traen una fuerte humedad que ha deteriorado el rostro de Notos.




Evros [Euro, Diuro], el Dios-Viento del Sureste. Es un viento caliente y húmedo que se representa por un anciano que se cubre de la lluvia únicamente con su manto.





Apiliotis [Apeliotes, Söcotes] es el viento del este. Es el viento que proviene del sol y trae la lluvia beneficiosa para los granjeros. Está representado por un hombre joven cargando en su manto frutos, espigas y panales de abejas. Las variaciones de temperatura y humedad que provienen del este han dañado el rostro de Apiliotis.



Kaikias [Cecias, Ithrilo], el Dios-Viento del Noreste. Es un viento húmedo y frío, representado por un anciano que carga con un escudo lleno de granizo.Y además, es el protagonista de nuestra historia.

Volviendo a La Rosa de los Vientos, podéis leer en esta serie de entradas la importancia que tiene para la historia: El Viento.
La visita a la Torre de los Vientos me ha venido genial. Me alegro de haberla visitado antes de dar el cuento por acabado, es decir, voy a aprovechar que aún estoy revisándolo, para mejorar ciertos aspectos sobre la Horologia, que visita Saphiroth.
Además, deciros que estando allí me sentí muy inspirado, hasta el punto de que estoy desarrollando un relato que podría acabar siendo una de las Crónicas de la Guerra de los Mil Años, titulado El Triángulo Sagrado. Dentro de poco, os cuento!


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5 de marzo de 2015

El Tritón


Imagen del Exordio, escultura de Manolo González (Las Palmas de Gran Canaria)
La foto pertenece al blog Trasteadoras


Pedazo extraído del capítulo 15 de La Rosa de los Vientos, que por túitulo lleva también El tritón.
Esta entrada es la última (4/4) de la serie El viento.


(...)

Issora se asomó de nuevo de la regala, a proa. Allí estaba aquella criatura. La observaba desde el agua, sin signo alguno de maldad. Le dio la impresión de que se miraban. No es que necesitara socorro tampoco, aquella criatura se desenvolvía perfectamente. Estaba en su hábitat. Bajo el agua, se veía una enorme y larga cola, con la que nadaba para mantenerse a flote, a la velocidad y con el rumbo de la Rosa. Se ayudaba con los brazos, y parecía estar simplemente esperándola. Así que Issora se dirigió a cubierta. Allí Therco ya había dispuesto el bote, éste se subió, y cuando ya comenzaban a descenderlo, Issora se subió también de un salto.

–Necesito ver qué es eso –le dijo al maestre. El tremendo hombre negro la miró sin comprender–. No es un hombre…

El bajel chocó con el agua, y ella por inercia quedó sentada. El maestre se sentó también, y ambos cogieron un remo. En cuanto se separaron del casco de la Rosa ésta continuó su rumbo, pues lo que quedaba de aparejo estaba hinchado, así que ellos dos comenzaron a remar para no alejarse.

–¿Dónde está? –preguntó Therco.

Issora miraba la superficie del agua, donde las olas crecían y surcaban el océano, haciendo balancearse tanto al galeón como al bote. Seguía cayendo esa llovizna odiosa, que molestaba y que terminaba por empaparlo todo, y sintió frío. Entonces, la cabeza volvió a asomarse a poca distancia del bajel. Issora señaló, y el maestre se puso a remar. La cabeza se ocultó una vez más, para reaparecer junto al bote. Issora se llevó un susto al verlo tan cerca, y cayó de espaldas sobre la otra borda del bote, balanceándolo. Therco la sujeto, y con miedo, se asomó. Allí estaba esa criatura. Su piel era de piedra, no tenía sentido que pudiera estar ahí flotando, por mucho que tuviera esa cola de pez. Desde ahí le parecía inmensa. El rostro estaba cubierto de escamas, pero tenía forma de hombre, salvo por la nariz, cuyos diminutos orificios se ocultaban sobre un labio puntiagudo. Sobre la piedra de las mejillas y desde la sien le crecía aquella alga que se extendía alrededor.

–¿Qué eres? –solo supo preguntar Issora.

Aquella bestia se agitó sobre la superficie del agua. Nadó hacia un lado, rodeando el bote. –No importa quién soy, sino por qué estoy aquí. –Issora miró a Therco–. Las almas que navegan este galeón deben saber algo.

Issora se aproximó más a aquella criatura. Su aspecto era perfectamente horroroso, ocultando una dulzura cansada. –Mi nombre es Issora, y muchos a bordo de La Rosa de los Vientos me llaman Capitana. Dime lo que me tienes que decir.

La criatura casi sonríe, pero le era difícil expresar cualquier mueca con ese hocico de pez. –No es el viento quien hincha las velas de este galeón, sino Ithrilo, el Dios-Viento del Noroeste, pues vuelve a estar libre. –Issora miró a Therco, pero él tampoco comprendía nada de aquello–. Fracasé una vez, pues era el encargado de custodiarlo, eso fue hace tantísimo tiempo… Al escapar devastó el Mundo, pues, adoptando la forma de un gélido viento, condenó cosechas y heló bosques. El Mundo cambió por completo. –Aquello le estaba pareciendo surrealista a Issora, ¿qué era aquella cosa?–. Pero fue hecho preso de nuevo. –Ahí se calló la bestia. El instante se le eternizó a Issora–. Ahora alguien lo ha vuelto a liberar.

–¿Hablas de la tormenta?

Éste asintió. –La Caracola estaba en el Paraíso de Aderán. Debes ir allí y recuperarla.

–¿Dónde?

–El Paraíso de Aderán, –Fue a explicar la bestia–, él tenía la Caracola.

–He oído hablar de ese lugar, Capitana –intercedió el maestre–. Es una leyenda, no creo que exista. –Aquella criatura miró al negro sin expresión en el rostro.

–¿Con esa caracola nos libraremos del viento? –preguntó ella.

–Podréis dominarlo…

Issora se quedó muda. Dominar el viento… Eso le permitiría ir donde ella quisiera. –¿Y qué hace en ese lugar? –preguntó mientras pensaba. ¿Realmente quería dominar el viento? En todo caso debía librarse de la tempestad, o acabaría con la Rosa.

–La tenía Aderán, pues al gobernar a Ithrilo, creó el clima idóneo para su Paraíso. –Issora se sentó en el bote. Miró a Therco, después de nuevo a la bestia–. Alguien lo ha liberado.

–¿Y por qué la ha tomado con la Rosa de los Vientos?

Aquella criatura no supo responder a aquello. –Eso sólo concierne al que gobierna al viento, con la Caracola.

Issora miró a Therco. –Maestre, ¿podremos llegar hasta allí?

–No tenemos rumbo, Capitana. ¿Dónde está el Paraíso de Aderán? –Al decirlo miró a la pétrea criatura marina.

–El viento os ha traído muy lejos de toda tierra conocida. Os aproximáis, a su voluntad, al Fin del Mundo, a riesgo de precipitaros por oriente. Deberíais navegar al norte cuantos días y cuantas noches podáis, hasta alcanzar el continente. Entre las escarpadas costas del norte se oculta el Paraíso de Aderán.

El negro se rio mofándose. –¿Cuántas noches deberíamos aguantar? –La bestia no respondió–. Eso son demasiadas noches, Capitana.

Ella lo tranquilizó con la mano, mientras el bote se balanceaba. Seguía lloviendo como antes. –Podremos llegar.

–Uno de los dos podrá –asintió aquella criatura sobre el agua. Issora cambió la expresión–.Dos naves navegan estas aguas, ambas impulsadas al antojo de Ithrilo.

–No ellos no… –Alcanzó a decir ella mirando a popa, la bestia la interrumpió.

–Te deseo mucha suerte Issora, y a la Rosa de los Vientos. He de entregarles también este mensaje.

–¡Espera! –gritó Issora, pero aquella criatura desapareció bajo el agua. No volvió a verla.


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Puedes acceder a la serie completa en el siguiente tag: El viento.
Aquí podéis leer la primera de esta serie de entradas: Veletas, tritones y gallos.
Aquí podéis leer la segunda entrada de la serie: La Veleta.
Aquí podéis leer la tercera entrada de la serie: La Horologia.
Además, consulta la web del cuento: La Rosa de los Vientos.
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15 de febrero de 2015

La Horologia

Detalle de la Horologia


Pedazo extraído del capítulo 14 de La Rosa de los Vientos, que por túitulo lleva La Horologia.
Esta entrada pertenece a la serie El viento (3/4).


(...)


–Buenos días forastero.

–Buenos días sacerdote. Estoy de paso en Anora, y me he maravillado con vuestros templos y vuestras costumbres. Pero me tiene intrigado esta torre. ¿Qué es? Pues es diferente a los demás templos que he visitado.

El sacerdote se apoyó en la escoba, afligido por algún dolor de espalda. Se llevó la mano al costado observando el monumento. –Esta torre… –Era un hombre anciano, llevaba una toga gris y raída, cuyo nudo estaba a punto de caer–. La Torre de los Vientos, así la llaman –añadió–. Al menos una de ellas. No es una torre, en realidad, y difícilmente podríamos calificarlo de templo. Es una Horologia. –Su latín era dificultoso, pero se comprendía bien–. Bien podría decirse de ella que es un viejo templo, aunque lleva muchísimo tiempo en desuso. Nos hemos encargado de mantenerlo en pie, aunque hace muchas generaciones que dejó de tener sentido. No sé si alguna vez lo tuvo. –Se vio divagar al sacerdote, que no dejaba de mirar la torre. El brujo se extrañó al escuchar aquello–. Eolo, Dios del Viento, le hizo el amor a Démeter, Diosa de las Estaciones, y ella quedó encinta a espaldas de Zeus, pues era una de sus esposas. –El sacerdote comenzó aquel relato como si aquellos personajes fueran habituales. Saphiroth sabía lo suficiente de la mitología helena como para seguirle–. Ella tuvo ocho hijos de Eolo, y Zeus entró en cólera al saberlo, pero los adoptó. Éstos fueron llamados los Anemoi, los ocho Dioses-Viento. Sus nombres eran Bóreas, Noto, Euro, Céfiro, Cecias, Apeliotes, Coro y Libis. Zeus, enfadado, les inculcó la cólera, y durante la Edad de los Dioses, cuando éstos se pelearon entre sí casi destruyéndolo todo, soplaron vendavales por el Mundo. Pero cuando al fin los Dioses se retiraron y nos dejaron el Mundo a los Mortales, los Anemoi quedaron libres aquí, vagando a sus anchas, impidiendo todas las cosechas. Démeter, que era muy sabia, trató de educar a sus ocho hijos en el bien, enseñándoles cuándo y en qué dirección soplar. En esta labor le ayudó Eolo, aunque solo lograron alcanzar a cuatro de ellos. Por el contrario, Bóreas, Noto, Cecias y Euro amaron a Zeus aun con lo mal que los trató. Los vientos soplan desde entonces, trayendo y llevándose las estaciones, a pesar de que estos cuatro se revelaron siempre a su madre, e hicieron y deshicieron a sus anchas. –El sacerdote hizo una pausa aquí, señalando a la torre–. Según cuentan las epopeyas, Eolo ordenó levantar ocho Horologias en diferentes lugares del Mundo, una por cada Anemoi. Así, los Dioses-Viento fueron apresados en cada una de ellas. Según contaron los elfos en tiempos ya remotos, Neptuno, Dios del Mar, ordenó a ocho tritones su custodia. Sobre cada Horologia, dicen, hay un tritón de piedra que ordena a los Anemoi cuándo y en qué dirección soplar, gracias al sonido de una caracola. Pero Cecias, quien estuvo preso en esta Horologia, logró escapar hace ya mucho tiempo. Ahora yace aquí la torre en su recuerdo.

Torre de los Vientos: Horologia
–¿Entonces vaga libre el viento por el Mundo? –Saphiroth estaba realmente intrigado por la historia del sacerdote.

–Al parecer lo hizo durante una época, ya lejana. –Volvió a quejarse del dolor de espalda, sin decir nada–. Soplando con desdén lo destruyó todo, evitando cosechas y cambiando las estaciones a su antojo. El Mundo se resintió entonces, pues Cecias era el Dios-Viento frío que soplaba en invierno, y estando en libertad lo congeló todo. El Mundo sufrió entonces un invierno que duró muchos años, produciendo grandes glaciaciones. Pero fue hecho preso de nuevo, pues ahora la primavera es traída por Céfiro cuando le llega su turno, siguiendo a suaves inviernos y precediendo al verano.

–¿Y quién logró tamaña empresa?

El sacerdote resopló, encogiéndose de hombros. –Ha pasado mucho tiempo desde entonces. Demasiado. O eso dicen. Se han dicho muchas cosas de la Horologia. Dicen que cuando construyeron la ciudad, la torre ya estaba en este lugar, inerte, cual recuerdo de la prisión que una vez fue. –Chasqueó la lengua mirándolo y negando–. Desconozco quién lo atrapó, así como el lugar donde Cecias debe estar preso, pero si no es así, ¿cómo pueden las estaciones seguir su curso? Solo espero que su guardián no lo vuelva a liberar, allá donde lo tenga contenido.

Saphiroth se quedó callado observando, incrédulo, al sacerdote. No conocía aquella historia, y jamás se había planteado el origen de los vientos. De alguna forma aquello tenía sentido. Rebuscó entre sus ropas y extrajo una piedra enorme hecha por completa de oro. Se la entregó al sacerdote. –Espero que esto os sirva como ofrenda a vuestra Diosa.

–Muchas gracias –contestó él tomándola, completamente maravillado–. Muchas gracias, forastero –repitió.

(...)


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Puedes acceder a la serie completa en el siguiente tag: El viento.
Aquí podéis leer la primera de esta serie de entradas: Veletas, tritones y gallos.
Aquí podéis leer la segunda entrada de la serie: La Veleta.
Aquí podéis leer la cuarta entrada de la serie: El Tritón.
Además, consulta la web del cuento: La Rosa de los Vientos.
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6 de enero de 2015

La Veleta

Este fragmento está extraído del capítulo tercero de La Rosa de los Vientos, que por título lleva La Veleta.
Peretence a una serie de tres entradas en este blog, titulada El viento (2/4), y que dio comienzo aquí.

(...)

El elfo asintió complacido. –Me gustaría daros un presente, en símbolo de cordialidad y amistad. Y por supuesto, para agradeceros vuestro buen proceder ante nuestras exigencias. No muchos navíos occidentales alcanzan estas aguas, y los que lo hacen desconocen nuestras leyes. Os agradezco que aceptéis nuestras premisas. –Issora fue a preguntar de nuevo, pero el elfo la interrumpió, señalando el cofre que había traído la elfa.

Ella, reprimiendo las preguntas que tenía que hacer, sonrió forzadamente y asintió agradeciendo. Después se giró hacia el cofre y retiró la tela azul. Se trataba de un baúl hermoso, de madera pulida con acabados en oro. Lo abrió y dentro encontró un extraño artilugio. Lo tomó con ambas manos. Tenía la figura plana de un ser que bien podría haber sido un animal marino y bien podría haber sido un hombre, pues carecía de piernas, teniendo en su lugar una cola de pez escamada. Parecía soplar una caracola. Estaba situado sobre un soporte con la forma de una varilla que acababa en una flecha apuntando en sentido opuesto a la caracola. Ésta, a su vez, estaba aferrada a un soporte con la forma de una rosa de los vientos, indicando los ocho puntos cardinales. Estaba hecho por completo de metal, y al extraerla y sostenerla en las manos reconoció su utilidad: era una veleta. En su rostro apareció una expresión de asombro al maravillarse con el regalo.

–¿Os agrada? –le preguntó el elfo satisfecho.

–Mucho –respondió encandilada con el objeto–. ¿Es un tritón? –Añadió refiriéndose a la criatura marina antropomórfica. El elfo asintió–. Creí que tradicionalmente se usaban gallos en las veletas.

El capitán rio profundamente, y la elfa sonrió al comprenderlo. –Tradicionalmente… –la imitó antes de sorber de su taza, y después siguió riendo–. Eso depende de de dónde vengas. Los cristianos las colocan en lo alto de los torreones de sus templos, mas la tradición elfa es muy anterior. Nosotros usamos tritones. –Issora no dejaba de mirar la veleta, maravillada. Era el regalo apropiado para ella, como si el elfo la conociera desde siempre. Entonces una doble sensación la abrigó descolocándola. Por una parte se sintió irremediablemente atraída hacia el elfo, impulso que dominó de inmediato. Lo observó con desconfianza, no le gustaba que los demás supieran de ella más de la cuenta. Pero éste, ignorando el gesto, continuó explicando–. En la antigüedad, muchísimo antes de que los hombres caminaran erguidos en este Mundo, antes incluso de que llegara la primera generación de elfos, los Dioses lo poblaban todo. –Issora miró a Therco, que puso cara de resignado. Ella adoraba las historias, pero su Maestre era bastante más pragmático en ese sentido, prefería el aquí y el ahora, y no se sentía cómodo a bordo del junco elfo–. En aquella época, éstos se pelearon cruentamente por poseerlo todo, y, codiciosos, casi acaban destruyéndolo todo. Durante las Guerras de los Dioses, Aënor, Dios de los Océanos, y Etesio, Dios del Viento, que eran hermanos, se enfrentaron para ver quién sería el amante de Skava, Diosa de las Profundidades. De ésta decían que era la amante más considerada y mejor dotada. –El elfo sonrió, como si aquello fuera gracioso en extremo, pero Issora frunció el ceño–. La lucha entre ambos fue realmente virulenta. Etesio, en un intento de crear a los más formidables guerreros, le hizo el amor a Entëror, Diosa de las Estaciones. Ésta quedó encinta de sus ocho hijos: los Anemoi, los Dioses-Viento. Sus nombres fueron: Drennas, Arjas, Diuro, Netos, Ithrilo… –El elfo se detuvo a recordar–. Söcotes, Balo y Titho. Ellos lo arrasaron todo, llevándose los océanos y asolando la tierra. Dianae, una de las Siete Grandes Lüe, la Creadora, La Diosa de la Vida, y madre de Etesio y Aënor, le pidió a Eródoto, otro de sus hijos, que mediara en el conflicto. –Aquí respiró–. Eródoto, que era el Dios de la Sabiduría, fue incapaz de resolver el conflicto, así que desposó él mismo a Skava, y así la lucha entre sus dos hermanos dejó de tener sentido y razón. –En este punto se llevó un dedo a la sien, subió las cejas y sonrió, indicando la grandiosa jugada del Dios–. Al terminar las Guerras de los Dioses, cuando todos fueron exiliados, los Anemoi aún vagaban libres arrasándolo todo. Entonces Aënor y Etesio hicieron un pacto para detenerlos. El Dios del Viento levantó en diferentes lugares del Mundo las Horologias, ocho torres donde quedarían encerrados. Por su parte, el Dios de los Océanos, encomendó a ocho tritones que se ocuparan de gobernarlos. Así, sobre cada una de las Horologias, quedó un tritón, encargado de gobernar al viento que en ella hubieron encerrado.

A Issora le encantó la historia. –¿Y por qué la caracola? –Preguntó señalando a la figura de la veleta.

–Al soplar la caracola, cada tritón era capaz de ordenar al viento cuándo y en qué dirección soplar. –Ella asintió complacida–. Con ella podréis saber en todo momento qué viento está hinchando vuestras velas. –El elfo miró primero a Issora, y después al Maestre, pero éste tenía la mirada perdida a través de la vidriera–. La rosa de los vientos donde se sustenta gira con la polaridad. –Issora miró sin comprender el término–. Está siempre orientada con los puntos cardinales –explicó él, y llevó sus manos a las de Issora indicándole que lo aferrara bien, tomó la rosa de los vientos por el extremo que señalaba al este y la hizo girar sobre su eje. Las astas giraron a gran velocidad desorientándose, hasta ir deteniéndose de nuevo en su posición. El elfo señaló la brújula que se sostenía sobre su mesita. Ambas indicaban el norte en la misma dirección. Sonrió.

–No sé cómo agradeceros este presente, Al•luïn.

–No debes hacerlo. Entiendo la naturaleza de la Rosa de los Vientos, siempre se deja llevar por el viento. Él os trajo hasta aquí. Ahora os ruego que no continuéis con el rumbo que él os ha dado. En agradecimiento, recibid el presente.

Ella asintió, complacida. Therco había vuelto a la conversación, con su rostro serio e inexpresivo. Ella tomó su taza de té, observando la veleta. Era muy hermosa. –Permitidme ahora que os pregunte –dijo por fin–. ¿Cuál es la razón por la que el rumbo del viento está errado?

(...)

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Aquí podéis leer la tercera entrada de la serie: La Horologia.
Aquí podéis leer la cuarta entrada de la serie: El Tritón.
Además, consulta la web del cuento: La Rosa de los Vientos.
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7 de diciembre de 2014

Veletas, tritones y gallos

Durante la Edad de los Dioses, éstos mantuvieron una cruenta guerra que casi acaba por destruir el Mundo. La contienda duró tanto tiempo y fue tan devastadora, que lo cambiaría todo. Durante aquellos días, Aënor, Dios de los Océanos, y su hermano Etesio, Dios del Viento, se enfrentaron a un combate sin igual por el amor de Skava, Diosa de las Profundidades. Según decían, Skava era la amante más considerada y mejor dotada, y por poseerla, se despertó un intenso odio entre ambos hermanos.

Así, Etesio, con la idea de crear los más formidables guerreros en su lucha contra Aënor, le hizo el amor a Entëror, Diosa de las Estaciones, dejándola encinta de los ocho Dioses-Viento, los Anemoi. Los Dioses-Viento eran tan poderosos, que nadie pudo contenerlos durante mucho tiempo. Sus nombres fueron: Drennas, Arjas, Diuro, Netos, Ithrilo, Söcotes, Balo y Titho. Entëror era una de las esposas de Q'uk'umatz, Dios de las Tempestades, y éste entró en cólera al enterarse, pero adoptó a los ocho Dioses-Viento, y les inculcó el desorden y la ira, para que soplaran destruyéndolo todo. Etesio así lo permitió, utilizándolos en la lucha contra Aënor, hasta que la disputa entre ambos careció de razón.

La virulencia de la batalla entre ellos fue tal, que Dianae, su madre, Diosa de la Vida, tuvo que mediar. Así, le pidió a Eródoto, Dios de la Sabiduría, que la ayudara a ordenar las cosas entre sus hermanos. Pero Eródoto, que eran tan sabio y conocedor de todas las cosas, al ver que la guerra fratricida se les había ido de las manos a Aënor y a Etesio, decidió desposar él mismo a Skava, para solucionar el conflicto.


De esta manera, una vez acabada la Edad de los Dioses, Etesio y Aënor hicieron un pacto, levantando las Horologias: ocho torres octogonales que repartieron por todo el Mundo, donde encerraron a cada uno de los Dioses-Viento. Así, entre los dos crearon a los tritones, quienes, habitando el océano, eran capaces de dominar los vientos haciendo sonar poderosas caracolas. Sobre cada una de las Horologias se situó a un tritón de roca, los ocho primeros tritones, quienes indicaban a los Dioses-Viento cuándo soplar, para traer y llevarse las estaciones.


Por ello que el símbolo elfo de las veletas son los tritones, quienes indican qué viento debe soplar. Los primeros hombres aprendieron, de esta y otras epopeyas, su simbología, y la utilizaron durante mucho tiempo. Pero en el Siglo IX del Calendario Occidental, los hombres, bajo el credo cristiano, reemplazaron los tritones por los gallos en las veletas, colocándolos en lo alto de sus campanarios. Éstos simbolizaban la vigilancia del clero sobre el pueblo, siendo el símbolo de uno de sus primeros y más importantes santos.


En La Rosa de los Vientos, el cuento que, como sabéis, me encuentro redactando, el viento y su mitología juegan un rol muy importante. La historia cuenta con dos protagonistas, uno para cada una de las historias paralelas que conforman el cuento: Issora y Saphiroth. En el capítulo tercero, titulado “La veleta” (en la web aún lo encontraréis con su título anterior “El junco elfo”), Al•luïn, de Aranäth, capitán del Ul•londra, le entregará a Issora una veleta con la forma de un tritón, de regalo, contándole parte de esta epopeya. El resto de la epopeya se narrará en el capítulo décimo cuarto, titulado “La Horologia”, cuando Saphiroth se interese por la hermosa Torre de los Vientos, en Anora, gran ciudad de la Isla Rocosa, cuna de la civilización helena. En la primera parte el elfo le contará a Issora la historia de las veletas y el por qué el uso de tritones en ellas, refiriéndose a sus dioses por su nombre elfo. Por el contrario, cuando Saphiroth se halle frente a la Horologia y un sacerdote heleno le hable de la historia de la torre octogonal, se referirá a los dioses por su nombre heleno.
Estaba pensando en dejaros aquí esos pedazos, que ya están redactados, pero no quiero hacer la entrada demasiado larga. Además, ¡así os dejo con la intriga!
Haré una cosa, crearé una serie de 3 entradas, publicando ambos fragmentos por separado, más adelante. ¿Os parece?


Relación de los dioses nombrados aquí, indicados por su nombre en la mitología elfa (entre paréntesis con su nombre heleno):
Aënor, (Neptuno) Dios de los Océanos
Etesio, (Eolo) Dios del Viento
Skava, (Bía) Diosa de las Profundidades
Entëror, (Démeter) Diosa de las Estaciones
Q'uk'umatz, (Zeus) Dios de las Tempestades
Dianae, (Hera) Diosa de la Vida
Eródoto, (Atenea) Dios de la Sabiduría

Los Anemoi, o Dioses-Viento:
Norte: Drennas (Bóreas)
Sur: Arjas (Noto)
Este: Diuro (Euro)
Oeste: Netos (Céfiro)
Noreste: Ithrilo (Cecias)
Sureste: Söcotes (Apeliotes)
Noroeste: Balo (Coro)
Suroeste: Titho (Libis)

PS1: En algún momento os presentaré el Panteón de los Dioses de Mi Mundo, con las diferentes concepciones y nombres que le dio cada cultura.

PS2: Sigo en La Habana. Estaré por aquí hasta el próximo día 15. Está siendo un periodo muy creativo, ¡estoy contento!

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Puedes acceder a la serie completa en el siguiente tag: El viento.
Aquí podéis leer la segunda entrada de la serie: La Veleta.
Aquí podéis leer la tercera entrada de la serie: La Horologia.
Aquí podéis leer la cuarta entrada de la serie: El Tritón.
Además, consulta la web del cuento: La Rosa de los Vientos.
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