13 de febrero de 2016

Torres Mirdan: ejemplo de un mundo ilimitado

Hola a tod@s!

Hace algún tiempo os hablaba de las que considero las Reglas del Worldbuilding, donde la primera de ellas es que "tu mundo es ilimitado". Resulta que recientemente he saboreado esa sensación, gracias  a Torres Mirdan. Los que me seguís podréis haber leído ese nombre en cualquier momento de los últimos 17 o 18 años, ya sea en un relato o novela, en mi web o en este blog.
Obviamente un mundo secundario no puede ser ilimitado por sé. Tiene límites y tiene que tenerlos, pero no tenemos por qué conocerlos a priori. Es decir, podemos dibujar planos y determinar las propiedades de un territorio, dejando parte del mundo por descubrir para más adelante, para otras historias. Tal es el caso del Mundo de Canción de Hielo y Fuego, de J.R.R. Martin, que nos cuenta una historia que transcurre en lo que viene a ser un cuarto de su mundo secundario, y no sabemos nada del resto.
Pero la afirmación de que nuestro mundo es ilimitado no solo nos permite dejar territorios de ultramar para historias futuras, sino que nos invita a ir detallando cada vez más lo que ya conocemos. Tal es el caso de Torres Mirdan, o la Ciudad de las Ocho Esencias. Ésta es su historia, desde el punto de vista de su creación literaria, hasta la fecha.

No recuerdo en qué momento dibujé el primer mapa de la Tierra de Anne, o Viejo Mundo, como se llamaría después al continente donde transcurren la mayoría de las historias de Mi Mundo. Yo era un adolescente que soñaba con un mundo secundario, sin imaginar hasta dónde crecería (aun ahora no puedo imaginarlo). En aquel momento, en 1996 y 1999, que aún vivía en Valencia, hice los primeros mapas de Mi Mundo. He aquí una versión muy antigua del Viejo Mundo:

Plano del Vijeo Mundo
(Dibujado a finales del milenio pasado)

Os indico la localización de Torres Mirdan, pues la calidad es malísima (he hecho la foto con el móvil, os pido disculpas). El caso es que en aquel momento situé un gran número de ciudades en el mapa, entre ellas Aluadinia, Düredar, Esselnesse, Bourone, Karak-Lunn o Torres Mirdan. En la mayoría de los casos mantuve sus nombres y localizaciones a medida que iba sabiendo de ellas, aunque en otros casos las modifiqué, según la historia iba demandando, aunque siempre con respeto y mucha coherencia. En cuanto a Torres Mirdan, en aquél momento no fue más que un punto sobre el mapa. No me dijo nada hasta mucho después.
Torres Mirdan no apareció en ninguna de mis historias hasta 2011, cuando comencé a escribir Crónicas de la Guerra de los Mil Años. Hasta entonces sabía que había sido construida y habitada por los Elfos de Laentis-Anne (quienes habitaron el Viejo Mundo), y en ese momento supe que en torno al año 20 del Calendario del Viejo Mundo sería arrasada por los vesorianos, quienes la redujeron a ruinas. Más tarde, en el S. V, Odín, la Bruja Bella, sembraría entre sus ruinas unas semillas de las que brotarían unas enredaderas que engullirían la ciudad, y de cuyas flores nacerían demonios. 
Eso era todo lo que sabía de Torres Mirdan hasta ahora. Me he pasado los últimos 5 años preguntándome por ella y por su pasado. Algo me decía que había sido un importante lugar antes de la conquista, pero no sabía por qué ni de qué manera. Pero ahora lo sé. Torres Mirdan fue conocida como la Ciudad de las Ocho Esencias.


Viejo Mundo durante la Guerra de los Mil Años

Actualmente, que estoy escribiendo El Triángulo Sagrado, Mnesarco, de Samos, su protagonista, va a visitar Torres Mirdan en el año -545 (cinco siglos antes de su caída). Pasa tan solo una noche allí, pero queda maravillado con su esplendor. En este época, Torres Mirdan es un centro de conocimiento, donde se estudian las Ocho Esencias (o magias) que conocen los elfos. Por cada una de ellas crece una alta torre, que corona la ciudad. Ésta, a su vez, se asienta sobre un alto promontorio, rodeado por un bosque. Es una ciudad impresionante, que podréis encontrar descrita en esta historia, pero no he podido evitar dejaros aquí este pedacito. 

El sol se alza sobre nuestras cabezas, amenazando con esconderse tras el acueducto, a nuestra izquierda, cuando podemos diferenciar las torres sobre el promontorio. Aquella enorme masa de tierra se alza en peligrosos riscos, hasta culminar en una inclinada cumbre, sobre la que se levanta la ciudad. Hacia el oriente, el promontorio alcanza la mayor altitud, descendiendo hacia occidente. Una alta torre se yergue desde la zona más alta de la ciudad, pero no es menos impresionante que las otras siete, que crecen, imperiosas, hasta bien alto también. Parece que haya puentes en las alturas que conecten las torres, pero no alcanzo a verlo bien, mientras el ansia por ver ese lugar me carcome.
La calzada continúa hasta los pies del promontorio, y le ordeno a Fulgurante que acelere el paso. Ocho altísimas torres de planta cuadrada se alzan en un tono blanco impoluto allí arriba, rodeadas de columnas estriadas que las acompañan desde su nacimiento hasta los altos torreones. Están unidas por grandiosas arcadas que nacen a sus pies, hasta alcanzar la altura de los puentes que unen las enormes torres. En lo más alto, los ocho torreones apuntan al cielo en diferentes tonos de color, y desde ellos, hasta abajo, numerosas gárgolas asoman en los vértices, con formas que no alcanzo a ver desde aquí. Son impresionantes.

Me he maravillado tanto al visitarla como el propio Mnesarco, permitiéndome saber cómo fue antes de que cayera en desgracia. Creo que la propia historia de la ciudad es interesante, más allá de las historias que puedan suceder en ella.
Espero que contaros el proceso creativo por el cual he construido Torres Mirdan, que me ha llevado 18-20 años, sirva de ejemplo para que entendáis que un mundo imaginario es ilimitado. Ya sea porque hay territorios más allá de la frontera, como porque aún te quedan muchas cosas por descubrir de los territorios que crees conocer.

Ya lo sabéis, encontraréis mucho más en los Talleres de Creación de Mundos de la Escuela de Formación de Escritores.
Hasta pronto!




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