28 de febrero de 2010

El juego

Un lobo husmeaba el aire. Era de noche, pero la luna en el cénit iluminaba el bosque. A poca distancia escuchó algo, era un ciervo con una larga cornamenta… Más allá un caballo trató de relinchar, y a alguien casi se le escapa una risa en el intento. El lobo avanzó cauteloso, otro podría llegar y cobrarse su presa. Una hiena, menos fea de lo que debiera, le seguía al acecho de los restos que fuera a dejar. Al otro lado del barranco seco, un búho observaba la escena, se había subido a un árbol, y ahí se sentía seguro. La pantera no andaba lejos, era negra y caminaba a cuatro patas, moviéndose con un estilo peculiar para su especie. El elefante, el más pequeño de todos ellos, se le había escapado, y ahora se batiría con el lobo por el caballo o el ciervo. Sopló el aire, que agitó los árboles, y el búho temió caerse, pero se aferró bien a la rama. El caballo lanzó otro relincho, y ahora sí se escuchó una risa. A ese incauto parecía no importarle el juego, y estar deseando ser cazado. Una serpiente reptó por debajo del búho, sin verlo, y éste hasta sonrió.

El lobo se acercó al ciervo, y éste se dio cuenta, y comenzó a trotar hacia el barranco seco, sin saber que corría peligro de caerse, entonces el búho le grito, justo cuando la pantera le saltaba encima. El pobre ciervo cayó al suelo, y empezó a darle patadas a la pantera, que trataba de aferrarlo. Cuando apareció el lobo, saltando sobre ellos muy feroz, el caballo volvió a relinchar, a sabiendas que no iban a por él. La serpiente reptó deprisa, pensando que perdería la presa. El ciervo se debatió, entre si ser devorado por la pantera o por el lobo, que casi luchaban más entre ellos que por darle caza, pero viéndose perdido, fue a hacerle cosquillas al lobo. La pantera había llegado primero, y la presa era justa. Entonces el lobo, inevitablemente, se echó a reír a carcajadas. La pantera aprovechó el susto, y le apartó del ciervo, que ya se había dado por vencido. La pantera se anotó el tanto.

El caballo volvió a relinchar, y ahora se rieron todos.

- Ése es tonto…- Dijo el ciervo.- Así no vale, estoy solo en esto. No atrapareis al búho, ¡y el caballo es un traidor! No podemos ganar.

- Bueno, estás muerto. Así que ya da igual.- Dijo la pantera, y el ciervo, quitándose la cornamenta asintió. El niño que había bajo su disfraz se encogió de hombros y marchó de vuelta al campamento. La noche se había acabado para él.

El lobo corrió entonces, y la pantera salió detrás. La hiena los perdió y siguió al muchacho. Era el único que podía ganar puntos devorando a los muertos.

Cuando el lobo llegó hasta el caballo, lo derribo, y éste se dejó caer, muerto de la risa.- ¡Este juego es un rollo! Mañana yo seré la pantera…

Cuando ésta llegó, vio como el lobo le había robado el tanto. Iba ganando… Pero aun quedaba el elefante. Pantera y lobo se miraron, y corrieron, uno hacia el empate, y otro hacia la victoria. El elefante los esperaba, agotado por la carrera anterior, bajo un árbol, pero la serpiente ya le había encontrado. Se le aferró a una pierna, y justo aparecieron el lobo y la pantera, y todos terminaron en un torbellino de patadas y mordiscos. EL pobre elefante, indefenso, se puso a llorar, y todos supieron que el juego había terminado.

Cuando se quitaron las máscaras, cuatro niños, y un quinto sobre sus cabezas, se reían a moco tendido. Esta noche habían ganado los malos, mañana sería otro día de juego…

26 de febrero de 2010

Publicación en Ícaro Incombustible nº6!

Hola a tod@s!!

Hoy vengo a contaros que acaba de salir el número 6 de la revista de arte independiente Ícaro Incombustible, y en ella me han publicado dos relatos que ya os presenté en el blog. Éstos son Dos Universos y El Pescador y el Trapecista.

Os dejo aquí la revista en formato incrustado desde issuu.com, el cual es muy cómodo para su lectura y consulta.
Espero que os guste!!

Saludos!
Darka.

22 de febrero de 2010

Murtagh, el Señor Caracol


El 22 de noviembre de 2008 fui al TEA (Tenerife Espacio de las Artes), donde pude ver la exposición de Óscar Dominguez (La Laguna, Tenerife, 3 de enero de 1906 – París, 31 de diciembre de 1957), artista surrealista canario. Su obra me maravilló y sorprendió por igual, en gran medida porque el surrealismo no suele llegarme como él consiguió. De entre sus obras, ésta me dijo algo en especial. Siento no poder daros nombre y fecha, pero por más que busco y rebusco, no doy con ella. Al verla, aquel día, me vino la imagen de Murtagh, el Señor Caracol, el personaje del cuento de Lyda de Lis. Historia de una Estatua de Piedra, del que vengo a hablaros. Fue verlo colgado en aquella pared blanca, y visualizar lo que os describo, tal y como Lyda se lo encontraría aquel día...
Espero que os "guste"!


(...)

- ¿Quién es la chica?- Dijo el cuarto enano, de forma brusca e imperativa.

- Viene a hablar con Murtagh, dice que sabe dónde está la bruja que cambia las cosas.

- Eso es imposible…- Contestó el enano más fuerte, y en ese momento se abrió la cortina de la litera, dejando al descubierto aquel ser horrible. Lyda hasta se asustó, dio un paso atrás, pero los cuatro enanos no se movieron. Tras la cortina, una figura deforme descansaba sobre cojines. Lyda jamás había visto cosa igual. Era un viejo escuálido, de tez clara, como muerta, arrugada y sin pelos. Las costillas se le marcaban de tal forma, que el horror de su rostro pasaba desapercibido. Era calvo, con una mandíbula que le sobresalía, mostrando sus dientes asomarse de una boca sin labios reconocibles. Sus ojos eran dos cuencas vacías que nadie había tenido la intención de ocultar y los huesos de su calavera se marcaban tanto, que parecía un espectro enfermizo. Pero lo más asqueroso era su alrededor… Por toda la litera, entre almohadones y cofres, había numerosos frascos llenos del líquido en que flotaban sus órganos… El corazón estaba a su derecha, un pulmón a cada lado, los riñones, el hígado y hasta el cerebro, en un estante sobre su cabeza… Era una imagen repulsiva.

- ¿Quién eres, muchacha?- Dijo aquella figura horrenda. Su mandíbula extraordinaria se movió, como si la calavera de un muerto viviente le hablara. Las cuencas vacías de sus ojos estaban clavadas en ella, como si de verdad la miraran.- ¿Por qué crees que busco a la Señora de la Magia Mutable?

- Sé dónde encontrarla.- Respondió Lyda muerta de miedo.

- Dime, pequeña, ¿cuál es tu nombre?

- Eso no importa.- Dijo ella, casi dando un paso atrás.- Vengo a ofrecértela.- En ese momento, Lyda sacó de su bolsillo una manzana, y comenzó a jugar con ella, lanzándola al aire.

Aquella calavera pareció sonreír.- ¿Quién te dice que no he dado ya con ella?

- Sé que no lo has hecho. Dime lo que quieres de ella, y es posible que te diga cómo encontrarla.

- De verdad, me siento intrigado… ¿Qué te hace pensar que la busco?

Lyda torció la cara. Aquel ser repulsivo le era fascinante en alguna manera que no podía comprender.- La necesitas. Los dos lo sabemos. Y yo vengo a entregártela.

- Y querrás algo a cambio… ¿Qué podría ofrecerte yo?

- Sólo quiero saber qué quieres de ella. Ella vendrá por su propia voluntad cuando lo sepa.

Los enanos los miraban, escuchando aquel diálogo sin mediar palabra. Estaban más intrigados en cómo acabaría aquello que interesados en interrumpir. Aquel brujo, lo que fuese aquello, vivo o no, habló muy despacio.

- De ella quiero que me ayude a traer un ser de otro mundo.

(...)



Extraido de Murtagh, el Señor Caracol
Darka Treake
Descarga el capítulo entero en PDF aquí.

13 de febrero de 2010

El árbol consciente

Si siembras una ilusión y la riegas con tu amor y el agua de la constancia, 
brotara en ti una flor, su aroma y su calor te arroparán cuando todo vaya mal...
(...)
Y que mi luz te acompañe, 
pues la vida es un jardín donde lo bueno y lo malo se confunden, 
es humano no siempre saber elegir...

La Rosa de los Vientos
Mägo de Oz



A veces las cosas no suceden como cabe esperar, pero ello no significa que no sucedan como deben suceder... A menudo el destino tiene sus proopios métodos y maneras para maravillarnos, alcanzando sus fines más remotos e inesperados...

Existe una verdad secreta que pocos conocen. Todos los árboles viven, eso lo sabemos, nos lo enseñan en el colegio, así como a cuidarlos, aunque muchos olvidan esto. Pero hay ciertos árboles que viven de una forma que pocos pueden imaginar. Éstos árboles tienen conciencia, sienten y piensan, se motivan por vanalidades como los hombres, y se enojan, asustan y sufren como cualquier otro ser vivo con libre albedrio. Algunos de ellos pueden moverse, aunque sólo lo hagan cuando nadie mira, otros en cambio son incapaces. Unos hablan, otro sólo escuchan. Y todos, sin excepción, bailan al son del viento, cantando con el roce de sus ramas. Hay muchas clases de árboles conscientes: abetos, encinas, sacues llorones, almendros, ficus de troncos retorcidos... Pero del que vengo a hablaros, es un laurel de las indias.
El secreto que nadie sabe y que procedo a revelar aquí en un susurro escrito, es que todos estos árboles conscientes tienen un dama que los cuida, los anima y da conversación. Esta dama es en esencia como su árbol, aunque en forma puede adoptar múltiples posibilidades.

He aquí el relato de uno de estos árboles conscientes, desde sus comienzos, hasta donde debe narrarse: resulta que una vez, por capricho del hades o de cualquier otro limbo, un inmenso árbol dejó caer una de sus semillas. Lo habitual en aquel bosque es que sus retoños crecieran extendiénse en la planicie, como en los últimos milenios, pero esta vez no fue el caso. Cuando la semilla calló al pasto, a los pies de este gran árbol, el viento la recogió y llevó lejos. Se trató de una ráfaga enviada o no por algo mayor. Algunos pensaron que era el destino, esas fuerzas inmesurables que lo hacen todo, pero otros pensaron que el viento es el único que se miueve sólo, a su propio ritmo, y que la semilla viajó por mera casualidad. El caso es que viajando grandes leguas, cruzando campos yermos, saltando ríos y pasando desapercibida entre hombres y otros habitantes de la tierra que podrían haberlo arruinado todo, llegó a caer a una charca que hasta ese momento no era más que lodo.

Tal vez la porquería y la inmundicia engendraron la vida, alimentando la semilla, y así nació un loto en tono azulado. Fue una flor bellísima, cuyas hojas flotantes pronto cubrieron el pantano, creciendo y creciendo, hasta que un tallo fue capaz de elevarse del agua. Así nació aquel árbol consciente. Aquel tallo se irguió cuanto pudo, alimentándose de la podredumbre del pantano, purificándolo, y así sus aguas quedaron cristalinas y bellas. Aquello que una vez fue una ciénaga, se convirtió en un lindo bosque. Los árboles retorcidos de alrededor se estiraron buscando la luz. Los helechos, marrones y arruinados, coogieron un color verde vivo. El suelo arcilloso se cubrió de pasto y florecillas de diferentes colores. Brotaron setas de todas las formas y sabores, acudieron animales de todos los lugares, piaron los pajarillos y nacieron los peces en la charca. Aquel sitio se convirtió en un bello oasis en mitad de aquel lúgubre bosque.

Fue encontonces cuando nacio ella: la dama del árbol. La primera semilla que un árbol consicente deja caer no es para reproducirse, sino para traerla a ella al mundo. Ésta calló desde las ramas bajas, y fue a parar al agua cristalina. Y allí, en las profundidades, nació U, una sirada. U no era un hada, ni una sirena, era una sirada. Fue diminuta y nunca creció. Pronto le crecieron largos y oscuros cabellos sobre una tez marrón. Cuando estaba sumergida tenía el cuerpo de una preciosa sirena, y cuando emergía, adoptaba la forma de un hada sin alas.

U cuidó por largo tiempo de su árbol consicente, con quien hablaba. Habitó entre sus raíces sumergidas, entre sus ramas en lo alto de su copa, y en el interior de su tronco, donde nadie podría encontrarla. Fue feliz, aunque siempre ansió muchas cosas. Hasta que un día apareció alguien que le invitó a echar un vistazo más allá de aquel lugar encantador, a internarse entre los árboles retorcidos que crecían alrededor del oasis en que vivía, y a conocer la realidad de un mundo cambiante e inmenso... Ella renegó desde un principio, sin querer saber, pero un día se despertó con la duda, y lloró con la idea de abandonar su árbol y aquel lugar maravilloso en que se sentía protegida, al que pertenecía. No podía abandonar su árbol, ni sus aguas cristalinas, ni sus ramas y hojas... Adoraba demasiado ese lugar mágico...

6 de febrero de 2010

El Trono Vacío

Érase una vez un Reino sin Rey. En el gran salón de palacio, dos fuertes guardias custodiaban día y noche un torno vacío, en el que sólo había una corona, a la espera de ser ceñida por un hombre valeroso. La esperanza del pueblo ya había decaido, y en las tierras que dominaba la Torre del Rey, ya no crecía nada. El ganado moría de hambre y sed, y las gentes se aburrían y desfallecían de tristeza. Muchos fueron los que aspiraron a cuidar al pueblo, pero ninguno de ellos fue digno de tal honor. Era la desesperación tal, que se organizaban torneos y justas para nombrar un candidato, pero en ellas jamás había vencedor. Se decía que había caido una maldición, y que ya jamás ningún otro reinaría.

Antaño aquellas tierras fueron territorio de los moros, pero un gran héroe, al que llamaban Belean, llegó para hacerles retroceder. Empuñando las Espadas Gemelas logró derrotarlos y fundar tan basto Reino, y tras generaciones de paz y prosperidad, el último Rey, viejo y arruinado, les dio a sus dos hijos la oportunidad de disputarse el trono. Ambos se marcharon, y cuando uno regreso, dijo no ser digno de gobernar. Había asesinado a su hermano, y perdido las Espadas Gemelas del héroe Belean. Y desde entonces, el trono quedó vacío, a la espera.

Se libraron grandes batalllas, los campos y las playas se tiñeron con la sangre de guerreros que acudían a disputarse aquella corona, pero jamás ninguno logró cruzar las puertas del gran salón de palacio. Aquella torre quedó triste, abandonada, y el paso de los años la arruinó. Pero siempre sus dos guardías permanecieron firmes, ante el trono vacío.

Una vez, un valiente guerrero llegó ante la puerta del palacio arruinado, y justo allí, una tormenta imprevista descargó un gran rayo y lo fulminó, esparciendo sus cenizas por el campo. Otro llegó a llamar a la puerta, tres golpes fuertes sonaron sobre su madera, y los los dos guardias se inquietaron, pensando que podrían por fin abandonar su empresa. Pero cuando abrieron los grandes portones del salón, aquel hombre estaba muerto, sin mayor explicación, ni rastros de enfermedad. Uno, que había derrotado a cuantos se habían interpuesto en su camino, llegado de tierras del sur, más allá del mar, se lo llevó un territble huracán. Lo encontraron mal herido en la playa, y dijo antes de morir que nadie podría jamás reinar allí.

Todo aquél que lo intentó, que vislumbró la posibilidad de traer paz y calma a aquellas tierras, pereció en el intento. Las gentes se sublevaron, y un tiempo de oscuridad cayó sobre todos ellos. Los cielos se entristecieron, y la lluvia no dejó de caer. El mar embraveció, y sus costas recogieron restos de incontables naufragios. Los más bravos se aventuraron a cruzar las tierras colindantes, pero ninguno pudo llegar hasta aquel trono.

Los guardias esperaron, apoyados sobre sus lanzas, a que alguno fuera capaz de entrar en el gran salón del Rey, y para aquél que lo lograra, le esperaban con una última prueba. Éste debería resolver un acertijo, que aun no había sido nombrado...



Continuará...
Esto han sido sólo breves notas, que giraban en mi cabeza, y que seguro darán algún resultado. Iba a escribirlo en mi cuaderno, pero he pensado en contároslo aquí, pues así me animo a continuarlo.
Espero que os guste! !


Las notas hay que escribirlas en verso...