27 de mayo de 2010

El Trono vacío de Ëndolin

Los dos guerreros entraron al palacio y cerraron las grandes puertas tras ellos. Entonces se hizo la calma. Assul, rápido, colocó un gran madero que había para asegurarla por dentro, y se llevó la mano al brazo contrario, donde tenía una herida profunda. Los dos se miraron, sin verse, entre la oscuridad rota por los relámpagos, cuya luz azulada se colaba por las vidrieras, muchas de ellas destrozadas por los estragos del tiempo. Fuera habían quedado sus compañeros, los caídos y los que no habían logrado alcanzarlos.

Llegar hasta allí había sido una hazaña terrible. Cruzaron los mares, hacía semanas, desde las gélidas aguas del norte, hasta las cálidas del Mare Nostrum Interioris. Aquellas costas los habían recibido bien, pues sus gentes nunca supieron sus verdaderos propósitos, y encontrar el palacio derruido no había sido difícil. Llegar a él era lo que había costado. El castillo estaba abandonado hacía ya muchos años, y se hallaba en el fondo de un valle. Las altas montañas que lo rodeaban, la Cordillera de Eled-Ilais, nombre heredado de los elfos en viejos tiempos, estaban nevadas, y todos se reconfortaron con ello, recordando su hogar helado, el Reino de Grrim, en la lejana Escandinavia. La situación del valle entre estas montañas hacía de embudo para las corrientes de aire, y allí se arremolinaban continuamente oscuras nubes, que no cesaban en descargar una fuerte tormenta. En aquel lugar siempre estaba lloviendo, y terribles relámpagos caían incesantemente. Era un lugar desolador, donde la única forma de vida que podía crecer era aquel prado de helechos. Todo el Valle de Ëndolin, alrededor del palacio en ruinas, estaba cubierto por un manto de vivo verde, una alfombra de helechos. Era un lugar precioso, mágico incluso, con aquel castillo arruinado, cubierto de enredaderas, coronando el valle verde. Según decían las gentes que habían encontrado de camino, aquel lugar estaba encantado. Aquel castillo había sido una vez la capital del Reino de Himn, que desde la Cordillera de Eled-Ilais, descendía hacia el sur hasta la costa del Mar Interior. Nadie había habitado el lugar en el último Siglo, salvo, decían, los protectores del lugar, que cuidaban del castillo y hacían guardia ininterrumpida para salvaguardarlo de los invasores, que no habían sido pocos. En su interior, al parecer, se guardaba algún tipo de tesoro, una reliquia de antaño, cuya historia se perdía en los anales del tiempo…



Extraído de El Trono vacío de Ëndolin,
Prólogo al cuento de La Sirada
Darka Treake

18 de mayo de 2010

Monográfico: Ciudades-Estado

Hoy vengo a hablaros de dos grandes ciudades en Mi Mundo. Sus nombres son: la Insigne Ciudad-Estado de At-Lanthas, y la Ciudad-Estado de Aluadinia.
Como ya os he dicho en alguna ocasión, estoy trabajando en el Glosario de la Leyenda de Golöel, el cual contiene una gran cantidad de términos, entre personajes, objetos, acontecimientos y lugares. Aprovecho para mostraros una primera versión de este Glosario, aunque aun lo veo muy pobre, y por ellos, hasta no incluir aun una buena cantidad de términos, no quiero presentarlo en sociedad.
Os lo dejo sólo por si queréis echarle un vistazo y decirme qué os parece.
En él podéis encontrar ya algunas descricpiones, de algunos personajes, de algún objeto y de algunos lugares. Estos son dos de ellos:


INSIGNE CIUDAD-ESTADO DE AT-LANTHAS

Nombre: Insigne Ciudad-Estado de At-Lanthas
Categoría: Lugar
Su contrucción comienza durante la edad de los elfos. Los hombres levantan la ciudad, en 415 del calendario de los hombres del Viejo Mundo, sobre las ruinas que dejaron los elfos. En 1284 recibe el sobrenombre de Ciudad Insigne.
Nunca fue destruida.
La Ciudad-Estado de Atlanthas se encuentra al centro del Viejo Mundo, junto al Reino de Aln-Tarin, en la rivera del Río Grande, también llamado Bragano.


Los elfos de la ALta Estirpe de Laentis-Anne, llamados los viajeros, llegaron al Viejo Mundo cuando los hombres aun no eran lo que ya son. Durante la Edad de los Elfos, ellos se expandieron, ocupando gran parte del territorio virgen, pero cuando los hombres se alcanzaron una cultura y una tecnología digna de hacerles frente, estalló la Guerra de los Mil Años, y éstos debieron marcharse de aquel continente para siempre. Aun así, unos pocos elfos permanecieron en la lucha.
Cuando se hizo la paz, esos pocos que permanecieron, convivieron con los hombres.
En el año 415 de la Edad de los Hombres (según el calendario occidental), se comienzó la construcción de At-Lanthas, sobre las ruinas de la última ciudad elfa, su bastión más oriental.
En la ciudad convivieron, desde sus comienzos, elfos y hombres, y por siempre se mantuvo esta armonía. Pronto formaron un consejo, presidido por un elfo y un hombre, y así gobernaron en paz por siempre, sometiendo a votación el cargo a la muerte de cada miembro del consejo.
Desde entonces, la Ciudad-Estado de At-Lanthas creció floreciente, y aislada del resto. Con los primeros enlaces comerciales, se forjó amistad con otros pueblos, pero siempre mantuvieron su independencia, incluso lograron resistir varios intentos de asedio de otros reinos.
En el año 1284, terminó la Gran Guerra de la Roca, la Primera de las Guerras de la Luna. Y fue en esta ciudad donde se celebró la victoria, desde entonces recibiendo el sobrenombre de Ciudad Insigne. Así, pasó a llamarse la Insigne Ciudad-Estado de At-Lanthas, que aun en estos días pervive en auge.

Del la Insigne Ciudad-Estado de At-Lanthas se habla en Kelpie, la Dama del Amanecer.


CIUDAD-ESTADO DE ALUADINIA

Nombre: Ciudad-Estado de Aluadinia
Categoría: Lugar
Los primeros asentamientos de los hombres en la zona datan de la Edad de los Elfos.
Nunca fue destruida.
La Ciudad-Estado de Aluadinia es una ciudad que se encuentra en el centro del Viejo Mundo, en un lugar donde el Río Largo o Ethir Aluadin, forma diferentes lagos, y nace el Río Bringuidamo, desviándose al suroeste.


La región de Aluadinia siempre fue atractiva para los hombres. El cauce del Río Largo, o Ethir Aluadin, llamado por los elfos con anterioridad, cruzaba el Viejo Mundo septentrional de este a oeste, llevando gran parte del deshielo de las Montañas del Anochecer hasta el Gran Océano, desembocando en el Canal de los Corsarios. En su recorrer, se encontraba esta región de roca, que las aguas supieron moldear. Aquella montaña fue tallada lentamente por las aguas, formando grandes lagos de agua dulce, y altos acantilados.
Allí los hombres se asentaron pronto. Algunos hasta especulan que allí nació una de las primeras Estirpes de los Hombres, que poblaría el Viejo Mundo, y que los restos de sus ruinas habrían sido devoradas por las aguas. Muchos dudan de esto, pero los que aun lo sostienen, esperan algún día encontrarlas en el fondo del río.
No hay fecha de cuando se puso la primera piedra de la ciudad de Aluadinia. Pero se data su fundación cerca del año -2500, antes del calendario occidental, que es cuando se formó el primer consejo que la gobernaba.
Aluadinia siempre trató de ser independiente, y por largos periodos fue una floreciente Ciudad-Estado. Pero en algunas ocasiones se vio ocupada, y su consejo apresado. Fue conquistada por la Ciudad-Estado de Reinora, situada al sur de Aluadinia, y bajo su gobierno se sucedieron algunas generaciones de hombres, Hasta que se revelaron y la ciudad volvió a ser independiente. Fue asediada en incontables ocasiones por los goblins del Bosque de las Tes Lunas, al norte, y muchas de estas victorias se consiguieron con la ayuda fiel de la Corona de Tronia, siempre en buenas relaciones con la Ciudad-Estado de Aluadinia.
Este lugar sería relatado en las historias, por recibir por poco tiempo como huéspedes a los que serían los Caballeros Elegidos de Golöel. Hecho que ocurriría el año 1523 del calendario de los hombres del Viejo Mundo.


Del la Ciudad-Estado de Aluadinia se habla en La Noche que No Acaba.



Os muestro, además, un plano de la Ciudad-Estado de Aluadinia, durante el Siglo XVI del Calendario Occidental.

12 de mayo de 2010

Las piezas de puzle

A menudo hay objetos que perduran, resistiendo el paso del tiempo, los avatares y las adversidades, no porque sus materiales sean resistentes o porque nadie los pierda o deje olvidados en un rincón, sino porque tienen una vida propia. Porque forman parte de un cuento, y porque siempre hay alguien para contar su historia...

Hace mucho tiempo ya que comenzó esta historia que narro ahora. Se trata de un objeto singular, capaz de unir a las dos almas más distantes, y de separar a las mejor entrelazadas... En los albores de la civilización, cuando los hombres aprendieron a amarse y a sufrir, hubo un caballero que deseó atrapar para siempre a una bonita doncella. Con ese pretexto, acudió al alquimista de palacio, un hombre tan viejo y sabio como el mundo, y le rogó que le fabricara un objeto que soportara el paso del tiempo. El caballero precisaba un objeto que le uniera para siempre a su amada, y le rogó que les hiciera un objeto mágico, para que su amor no terminara nunca. El alquimista le dijo que el amor, como muchas otras cosas, puede ser para siempre, o no, y que si por su propia naturaleza se muere, hay que dejarlo morir. El caballero encolerizado, le ordenó amenazándolo con su espada que hiciera el encargo, y este, temiendo por su vida, aceptó. Pero le dijo que crear el amor era fácil, hacelro infinito ya no era cosa suya. Y como el caballero y la doncella ya se amaban, de ellos dependería que la magia del objeto funcionara.

Entonces el alquimista se marchó a buscar los materiales sagrados. Acudió a una gran montaña, cuyo nombre y ubicación se reservó, y extrajo de la tierra, con sus propias manos, los metales más bellos. Esperó a que la luna no mirara, pues aquel hechizo no podría ser legítimo en un mundo en que el amor sigue sus propias reglas. Y así, durante una larga noche de la luna nueva, forjó una pieza de aquellos metales. Primero los fundió con esmero, mezclando sus esencias, y después, sobre un yunque, forjó la pieza mientras narraba sortilegios prohibidos. El resultado fue una plancha de unos centímetros, con forma rectangular. Para terminar, la dividió en dos pedazos, que los dos amantes deberían poseer. La cortó cuidadosamente, con la forma de un dos piezas que encajaban como un puzle.

Ya devuelta en palacio, le entregó las dos piezas al caballero, y éste se lo agradeció con preciados tesoros que él se negó a aceptar. Cuando se las entregó, le advirtió que aquellas dos piezas de puzle poseían una magia poderosa, y que no funcionarían con cualquier pareja de amantes. Le dijo que esas piezas bien podrían convertir un amor terrenal en eterno, pero que, y le pidió que prestara atención a esto, sólo lo finito podría ser infinito si se trataba de un amor verdadero. Si dos amantes poseían las piezas y lograban hacerlas encajar, significaba que aquellas dos personas se amarían siempre, por numerosas que fueran las encrucijadas que los separaran, pero que si un amor debería morir por sí solo, esas dos piezas no podrían encajar jamás.

El caballero, seguro de que su amor por la doncella era verdadero, partió a regalarle una de las piezas del puzle. Ambos se encontraron en un bosque precioso, cuando la luna ya lucía en la noche, en su cuarto creciente, y a ella le maravilló. Los dos se abrazaron, se besaron e hicieron el amor por última vez. Entonces, desnudos en mitad del bosque, trataron de encajar las piezas, sin conseguirlo. ¡Aquél puzle era imposible de montar! Las dos piezas no llegaron a encajar, y el caballero, furioso, las arrojó al suelo, y ahí quedaron, en el bosque, olvidadas por mucho tiempo, hasta que otra pareja de amantes la encontrara.

Así, partió en busca del sabio alquimista, y allí le dijo que le había engañado, y que venía a matarlo. Entonces el alquimista le dijo que él jamás le engañó. Que le había advertido de que las piezas sólo encajaban en personas que se amarían siempre. Y que si en sus manos y las de su doncella, no había sido posible, sólo significaba su amor no sería para siempre... Antes de matarlo, se aseguró de hacerle entender aquello, las piezas funcionaban perfectamente, eran ellos dos los que no encajaban, si hubieran estado realmente conectados, las piezas habrían encajado. 

Después de aquello nadie volvió a ver al caballero. Y su doncella lo añoró mucho, y lloró impotente. Él se había marchado por miedo a perderla, y ella lo perdió para siempre...




Este cuentito es un relato paralelo al cuento que estoy comenzando a escribir. Aun desconozco su título, espero pronto hablaros de él.
Estos días he estado ausente, pues he tenido la cabeza en otras cosas y quehaceres. Y no sabéis cómo lo siento, echaba de menos venir por aquí. Cómo me alegro de haberlo hecho al fin.
Espero que os gustara el cuentito de las Piezas de Puzle!!!
No temais si es triste, pues este tan sólo es un relato que narra la historia de un poderoso objeto, no la de dos amantes que se perdieron...


Hasta pronto!
Darka.