21 de diciembre de 2009

Alas

Érase una vez una pequeña hada que no tenía alas, y que deseaba volar sobre cualquier otra cosa en el mundo. Era muy pequeña, diminuta, pero no le importaba. Vivía entre las ramas de un árbol alto y retorcido, bailando sin igual. Entre las hojas danzaba, trepando por tronco y brazos, saltando son destreza, pero ansaiaba poder saltar, y alzar en vuelo, planear hasta el pasto, saborear cada segundo en el aire.
Su mayor deseo eran unas alas, en su espalda preciosa y morena, con las que revolotear por la pradera, entre el bosque, ir y venir gritando, verse capaz. Pero no lo era. Por ello, era un hada triste, esperando que le crecieran, como sabía que algún día ocurriría.

Envidiaba a las mariposas, a quienes miraba en vu viajar, codiciosa por sus alas. Recelosa, trataba de cazarlas, para quitárselas e intentar pegárselas a la espalda, pero al ver que no podía, lloraba desde lo alto de su árbol viejo. Entre hojas, en los recovecos de su tronco, en las alturas, vivía triste aquella hada preciosa. Sólo aguardaba a que crecieran en su espalda.

El día llegaría. Tendría unas alas para volar.

13 de diciembre de 2009

La Leyenda de Golöel

Érase una roca flotando en la nada. Era tan grande como un planeta y estaba en mitad del universo, sola y virgen. Entonces llegaron los Siete Grandes Lüe. Ellos eran Orloog, Dios de la Guerra, llamado después el Dios de la Justicia; Dianae, Diosa de la Vida y la Naturaleza; Moulth, Diosa de la Noche, que creó a las estrellas; Orfgod, el Señor de los Siete Rostros, cuidador de los caminantes en la noche; Ivette, Diosa del Destino; Ssuhl, llamado el Dios Muerto; y el Dios del Recuerdo, que no tiene nombre. Allí ellos se asentaron, y no tardaron en comenzar sus primeras luchas por aquel mundo.

A aquello lo llamaron las Guerras de los Dioses, que terminaron por devastar el mundo, hasta el punto de que terminó siendo plano, cuando antes fue redondo. En aquel tiempo, el Dios del Recuerdo convirtió a Moulth en la Luna y la colgó en el cielo para observarla, pues se había enamorado de ella. Cuando la guerra acabó, los Dioses buenos estaban a un lado del mundo, y los buenos al otro. Pero tras la batalla del juicio, en que el mundo casi se resquebraja, Orloog los castigó a todos y consideró que en una de las caras del mundo habitarían los Dioses y en la otra los mortales, recién llegados en aquel momento.

En el lado de los mortales, se le permitió a Dianae vivir, en forma de un inmenso árbol, y ella le dio vida a todas las criaturas. Además, al Dios del Recuerdo se le permitió vivir allí, aunque quedó castigado por transformar a Moulth en la Luna. Ésta fue liberada, pero se le obligó para siempre a vivir tras la Luna, castigada también. Fue entonces cuando Ivette se marchó del mundo, pues según dijeron había visto el destino de aquel mundo y se había asustado mucho. Ssuhl, en la terrible contienda, había muerto, pero como los Dioses no podían morir, quedó en aquella forma entre la vida y la muerte. Y Orfgod, que se había enamorado perdidamente de la Luna, dijo marcharse despechado al ver a ésta condenada a flotar alrededor del mundo, dejándose ver a ambos lados de éste.

Orfgod, resentido y enfadado por no poseerla, dijo irse lejos de aquel mundo, pero en realidad quedó en la forma de siete dioses menores formados por las siete emociones que lo invadieron en su despecho: la Envidia, el Odio, la Ira, la Impotencia, la Tristeza, el Deseo y el Amor.

El tiempo pasó lento, y el plan que Orfgod había trazado tardó en dar frutos. A lo largo de las generaciones, primero elfos y después hombres, avivaron su creencia, y al final, siete grandes demonios, los Resentidos, llegaron al mundo, al lado de los mortales, para invadirlo y destruirlo, con la intención de así recuperar a la Luna…

Los Siete Demonios Resentidos de Orfgod fueron: Ivirida, Legumes, Anarade, Gingöen, Ulara, Evilized y Golöel. A todos se les dio una única premisa: no mirar jamás al cielo nocturno. Todos obedecieron, salvo uno. Golöel, el Demonio Resentido imaginado en el Amor de Orfgod, miró al cielo una vez, muerto de curiosidad por la prohibición, y entonces vio a la luna. Así, Golöel se enamoró de ella perdidamente.

Por aquel entonces se libraba en el Viejo Mundo la Primera de las Guerras de la Luna, a la que llamarían después la Gran Guerra de la Roca. Los Siete Resentidos azotaron el mundo con la plena convicción de destruirlo, pero Golöel los traicionó, pues aspiraba a la Luna para sí, y comenzaron sus luchas internas.

Así acabaron los unos con los otros, y al final sólo quedó Golöel. Fue entonces cuando hombres, elfos y enanos, en alianza, lo derrotaron acabando con aquel horror, y el Demonio Resentido fue hecho preso en el interior de la Gran Roca, atado por una poderosa runa mágica.

Entonces se forjaron las Espadas Trillizas, y cada una fue entregada a los tres grandes héroes que habían derrotado a Golöel: Alaia, la Trilliza, fue entregada al Héroe Belean, de Himn; Siglaia, la Trilliza, fue entregada al Rey Tirian, de Assëe, Señor de Elfos; e Ikaia, la Trilliza, que fue entregada a Ithrik, Rey y Señor de todos los Enanos.

En aquel momento nació la leyenda. Según ésta, según decían, si las Espadas Trillizas eran reunidas y fundidas en la Gran Roca, Golöel, el Demonio Resentido imaginado en el Amor de Orfgod sería liberado… Sería entonces cuando comenzara la Segunda de las Guerras de la Luna.



Layenda de Golöel
Darka Treake



No creo haberos contado nunca qué es todo eso de la Leyenda de Golöel, y ya iba siendo hora. En este relato os resumo la historia de Golöel y de cómo se forjó su leyenda. Pasaron muchas cosas que he dejado por alto, intentando ser breve, y las consecuencias fueron incontables también. Pero todo ello, causas y consecuencias, son relatadas en otros cuentos breves o largos...

7 de diciembre de 2009

El CuentaCuentos: Desde lo alto de la loma, vio asustado como la niebla penetraba incluso en las casas.

Desde lo alto de la loma, vio asustado como la niebla penetraba incluso en las casas. No era una neblina normal, de esas que lo inunda todo en un tono blancogris, que se forma en los bosques lúgubres de otros cuentos. Ésta era de un tono púrpura como si aquel momento no fuera real. Se preguntó si aquello podía ser un sueño, pero su conclusión fue que si estuviera durmiendo, y se hubiera hecho consciente, entonces se habría despertado. Y seguía ahí, viendo ese manto púrpura cubrir todo el valle, ocultando los campos y las casas, ahogando los rebaños. La visión era tan impresionante desde ahí arriba… Todo parecía mentira. Aquella loma estaba situada en el centro del valle, cual altar de rey magnánimo. Y sentado en su trono de pasto, observaba la neblina envolver todo a su alrededor.

¿Sabes esos momentos en que eres consciente de que lo que ocurre no está ocurriendo, o que no durará, o que es tan frágil que debes acariciarlo despacio, saborearlo, pues en cuanto acabe lo añorarás como a una necesidad que ha estado ahí siempre? Aquello era esa niebla, ese momento.

Se sintió tentado a descender de su loma, a bajar y respirar aquel aroma púrpura. A embriagarse con la satisfacción de que lo que ocurre no es real, y por eso no importa. Pero pensó que tal vez moverse sería un riesgo en ese sueño frágil. Permaneció, entonces, muy quieto en su trono, en lo alto de la loma, viendo a la neblina bajar por el valle como un espectro.

El espectáculo duró un largo rato, suficiente como para acabar saciado. La neblina púrpura recorrió cuantos territorios circundaban la loma, y los campos fueron dejando verse de nuevo. El bosque apareció en su tono verde oscuro, alarmando de la realidad, y las casas fueron surgiendo de entre aquellos colores imposibles. Primero el campanario, en remoto silencio; después los primeros molinos, quietos para no romper la magia; los graneros y hogares se dejaron ver, y poco más allá, el riachuelo regresó con su cantar melódico. Cuando los rebaños volvieron a balar, se dio cuenta de que todo terminaba.

La neblina se marchó como había llegado, y él quedó subido a la loma, sin comprender lo que acababa de pasar, preguntándose si era el momento de despertar…





Para saber cómo bajaron otras neblinas, penetrando en otras casas: