23 de febrero de 2008

Ocho de las Doce

Hoy os hablaré del cuento que llevo escribiendo durante un par de meses ya, y que al fin me he decido a ir subiendo aquí. Y es que resulta que lo estoy escribiendo a mano, en mi cuaderno, y poco a poco, cuando puedo, lo voy pasando a formato digital. No es una labor nimia, y por ello he tardado un poco.

Este cuento me encanta, se llama Los Doce Navíos Elfos, y habla de las Doce Altas Estirpes de los Elfos, las familias reales y nobles que poblaron el Mundo tantísimo tiempo antes de que los Hombres despertaran...

Ahora os traigo ocho de esas doce familias elfas. Cuando vaya teniendo la cuatro restantes, las iré subiendo, para después reunirlas a todas, junto con otros textos que complementan la historia, en un único cuento: Los Doce Navíos Elfos.

Aquí las tenéis:






Así como vaya teniendo las historias de las cuatro Altas Estirpes Elfas os las iré dejando aquí. Además, sólo tengo en formato digital los Árboles Genealógicos de Assë y Avanissián, los demás también irán llegando.

¿¡¿Os he dicho que me encanta este cuento?!?

8 de febrero de 2008

La Alta Estirpe de Cardonón, los Hechiceros

Todas las Altas Estirpes de los Elfos llegaron a dominar la magia. Todas ellas, al conocerla, se asustaron, pues era una energía difícil de predecir y de manejar. Pero hubo una de ellas que la amó sobre todas las cosas. La Alta Estirpe de Cardonón, a los que llamaron los Hechiceros, fueron los primeros en aprender a canalizarla, y fueron muy poderosos con su ayuda.

Se dice que Edön, el Primero de ellos, se maravilló al descubrirla. Nunca le contó a nadie su primer encuentro con la magia, pero dicen que llegó a hacer un pacto con un poderoso dios. Desde entonces, Edön fue uno de los más grandes elfos que ha vivido.

Se cuenta que Edön fue un gran amigo de Efgo, Primero de la Alta Estirpe de Yandalath, ya antes de que estallaran las Guerras de la Sangre. Algunos llegaron a decir, incluso, que Efgo, con la ayuda de Edön, logró abrir un portal mágico, una puerta a otro mundo...

Cuando comenzaron las guerras, y toda la Tierra de Aradán se tiñó de sangre elfa, los dos se enemistaron y ya jamás volverían a hablarse. Todo sucedió, y muchos cayeron entonces, pero al final Efgo fue exiliado, y la Isla se partió en un archipiélago. Edön resultó herido en la última batalla, en combate contra Efgo de Yandalath, codo con codo con Aradán de Assëe. Creyendo que se moría, Edön lanzó un poderoso hechizo sobre el bastón de Aradán, gracias al cual consiguió derrotar a Efgo.

Tras todo aquello Edön se retiró, y cuando fue coronado en los Salones de Gran-Ithil, la Torre Estrella, durante el Tercer Concilio de los Elfos, junto a otras Altas Estirpes de los Elfos, decidió de inmediato ceder su derecho a sus hijas, Asdida y Alaya.

Decidió dejarle a la mayor el Reino que le pertocaba tras la guerra, salvo una isla, que se la dejó a la menor como regalo. Asdida y Alaya aceptaron entonces de buen grado su legado y fueron buenas hermanas, unidas por un fuerte amor.

Entonces Edön se retiró lejos del politiqueo, prefiriendo una vida discreta y alejada de las guerras y su horror. Y vivió olvidado en la isla de Tatay, con su hija, la Reina Alaya de la Dinastía Tatay. Alaya, la menor de las hijas de Edön, vivió siempre en paz con su padre. Tuvo tres hijos, que le dieron nietos. Elía, la mayor de sus hijas, se casó con Össoro, al que llamaron el Reo, del que dijeron ser un pirata amigo de Golëf de Avanissián. Elía se marchó con Össoro y jamás se volvió a saber de ellos, al menos por aquellas tierras...

En la Isla de Tatay, dicen, Alaya y Edön llegaron a convocar al Concilio de la Magia en algunas importantes ocasiones.

La mayor de las hijas de Edön, Asdida, fue nombrada reina de Cardonón, y reinó en las Islas de Eivissar-Lad y Lin-Bad-Rin, así como en todas las islas en el Mar de Eleanor, hasta las Islas de los Bardos.

Asdida se casó con Essëo y tuvieron una hija, Norah, que fue la mujer de Ëlo. Norah y Asdida fueron grandes hechiceras, y elevando el estandarte de la Alta Estirpe de Cardonón, se batieron con los elfos de Yandlath. Ocurrió que en una incursión a Elhada, ambas resultaron derrotadas en una gran batalla marítima, en las costas escarpadas del Cabo de las Tormentas, muriendo a manos de Ëtiro, el Brujo, hijo de Efgo de Yandalath.

Aquello fue un golpe durísimo para todos los elfos de Cardonón, que durante largo tiempo lloraron sus muertes. Fue coronado Sino, hijo de Norah y Ëlo, y desde entonces reinó cuidando y protegiendo a los suyos. La Alta Estirpe de Cardonón odió desde entonces a la de Yandalath, pero jamás volvió a ir a Elhada a vengar a Asdida y a Norah.

Desde entonces los elfos de Cardonón vivieron en todas sus islas, canalizando la magia y nutriéndose de ella...


Sé que con el árbol genealógico de la Casa de Cardonón
sería más fácil leer esto, a ver si pronto puedo subirlo.
Para saber más sobre las Altas Estirpes de los Elfos, visítese la página!!
Pronto actualizaré con muchas cosas de este cuento.

1 de febrero de 2008

El comienzo de algo...

e desperté con un dolor de cabeza tan insoportable que la principio no me di cuenta de que no recordaba nada. Ni quién era, ni dónde estaba, ni por qué, ni nada de lo anterior hasta haberme despertado. Nada. Estaba en la húmeda bodega de aquel barco y todo apestaba a pescado, un olor pescado podrido que inundó mis fosas nasales, que junto a ese dolor de cabeza tan fuerte, me hizo perder el conocimiento. No se cuánto tiempo pasó hasta que me despertaron porque habíamos llegado a puerto. En ese despertar, el dolor de cabeza seguía presente, y olor podrido era aun más insoportable, pero logré aguantar. Dos hombres, marineros, creo, me levantaron a la fuerza. Yo casi no podía ni moverme. Recuerdo que no sabía qué estaba pasando. En la bodega mugrienta de aquel barco había otro hombre como, y una mujer, cuyo abdomen revelaban un embarazo. Ellos dos parecían tan aturdidos como yo, y de la misma manera, fueron conducidos a cubierta. Allí muchos hombres trabajaban, descargando cajas y cajas de pescado asqueroso. Algunas cajas de verduras pude ver, aunque eran las menos. El barco no era demasiado grande, y no iba equipado con armamento, era sin duda un pesquero, sin más. Aunque en ese momento pocas cosas me dio tiempo a pensar entre mi confusión. Ante unas escaleras que nos llevaban al muelle de la ciudad, un hombre subido, dando órdenes, y los demás marineros obedeciendo. Nos llevaron ante él antes de desembarcar. Era un hombre alto, fornido, vestido con ropas andrajosas, y todo él apestaba a pescado. Nos miró detenidamente a cada uno, y se detuvo en la mujer, que estaba casi inconsciente. La tomó de las mejillas, y dijo algo en voz baja, parecía darle pena. Pero sin mayores reparos, ordenó a los demás que no echaran por la borda si no éramos capaces de bajar por nosotros mismos por la escalera. Yo pude, primero. Detrás el otro hombre, y cuando ella fue a hacerlo, cayó desmayada. Sin ningún reparo, los marineros la arrojaron al muelle, y tras la caída de dos metros, ella quedó tendida en el muelle. El otro hombre y yo corrimos a socorrerla. Ella era preciosa. Una chica joven con muchas heridas en la cara. Llevaba un vestido cuyo flecos parecían haber ardido, y la falda le llegaba a media rodilla. Sus pies tenían quemaduras, y su abultado vientre guardaba a alguna criatura. Temí que tras la caída, su bebé hubiera muerto, pero menos mal que no fue así... Ahora sonrío al decirlo, pero la muerte de aquella niña habría sido fatal para todos...

No sé aun qué voy a hacer con esto.
Podría ser el principio de la historia narrada de la Isla del Reo,
pero aun tengo que atreverme a enfrentarme al reto.
No sé si convertirlo en una especie de novela por fascículos,
o utilizarlo para escribir mi primer cuento en hipertexto
(uno de esos de elige tu propia aventura...)
Ya os contaré!
El otro día escribí un prólogo, que tal vez me anime a subir aquí.
Este texto podéis encontrarlo completo en este enlace: