26 de diciembre de 2007

El Talismán de las Tres Cabezas (trasfondo)


El temible guerrero se asomó por un ventanuco muy estrecho, y observó el desierto nocturno, a leguas a la redonda. Era de noche, siempre era de noche en aquel lugar, un territorio asolado por los terremotos y las erupciones volcánicas. La alta torre se elevaba oscura en mitad de la nada, rodeada por la creciente ciudad. Al este, el Bosque de la Pérdida se extendía hasta el horizonte; al oeste el condenado desierto; y a norte y sur el Fin del Mundo y el Mar, respectivamente. Un lugar desolador gobernado por uno de los más altos señores de la guerra, descendiente de un linaje de temibles guerreros. Golpeó con su guantelete la roca del ventanuco, observando al horizonte oscuro, y allí vio esperanza. Desde hacía siglos una reliquia familiar estaba perdida, un objeto mágico que siempre había pertenecido a su familia, dándole derecho legítimo a gobernar. Aun habiéndoselo ganado, mantenía el poder de la región, y muchos le eran fieles, pero había llegado el momento de recuperar el objeto, y con él el derecho.

Se trataba de un poderoso amuleto en forma de collar, que un antepasado suyo, más de cuatrocientos años atrás, le había quitado a una gran hidra. El amuleto estaba colgado en el monstruo de tres cabezas, dándole una fuerza bestial. Pero su antecesor, conocido desde entonces como Hirg, el Señor de las bestias, logró vencerla, sin matarla. Se hizo con el colgante, y a la gran hidra la perdonó. El monstruo, desde entonces, le juró lealtad, y juntos lucharon y conquistaron la región. Llamaron entonces al collar el Talismán de las Tres Cabezas, y fue el símbolo del poder en aquellas tierras. El que lo tenía, sería el soberano supremo, así decía la ley...
Y por fin volvería a estar en sus manos. Más allá de aquel horizonte estaba el Talismán de las Tres Cabezas, lo tenía un elfo, y pensaba hacerse con él como fuera. Más abajo, alcanzó a ver al emisario que se marchaba apurado... Iría a contarle a su señor elfo las nuevas: habían hecho un trato. Éste le vendería el Talismán de las Tres Cabezas por una buena cantidad de oro, y así podría ostentar el legítimo poder. Con el Talismán en sus manos se convertiría en el guerrero más poderoso del lugar desde haría siglos atrás, cuando sus antepasados gobernaban con mano férrea.

Había acordado con el elfo en encontrarse en el lugar al que llamaban la Garganta del Dragón, en un antiguo puesto avanzado, cuando las guerras se extendieron hasta allí contra los elfos. Ahora aquello era tierra de nadie, sólo un suicida se internaría allí solo. Pero no podía ser tan fácil... Estaba tan cerca de conseguir el Talismán de las Tres Cabezas que no podía ser cierto. Cualquier cosa podría ser mal y estropearlo, así que por si acaso, marcharía hasta la Garganta del Dragón con un ejército. Además, contaba con algunos ases en la manga... Se aseguraría hacerse con la reliquia, y no sólo se proclamaría Señor de la Guerra Absoluto, sino que se encontraría en el mejor momento para retomar la tan ansiada guerra que llevaba largo tiempo parada...

¿Qué era un puñado de oro, si el talismán le daría la gloria?




*

Éste es el trasfondo para la batalla de Warhammer:
El Talismán de las Tres Cabezas,
de la que ya os hablé hace poco (aquí).

Voy a ver si consigo que juguemos estas fiestas
mientras mis contrincantes y amigos
están en el mismo suelo que yo piso.


Si lo consigo, ya os contaré cómo ha ido!!

1 comentarios:

lost girl dijo...

Jajaja! Qué pringaos!!!
No saben que el verdadero talismán lo tengo YOOOO!!!!!! Lo demás son copias baratas XDXDXD
1beso!

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