10 de julio de 2008

Los Doce Navíos Elfos - resumen

Hola!!

Hoy he pensado que no me vendría mal haceros un resumencillo del cuento de Los Doce Navíos Elfos. Con él os trataré de poner un poco al día con lo que estoy haciendo, y así me sirve a mí también para reunir notas. Será algo breve, para que os hagáis a la idea de qué va el cuento.

Se trata de una misma historia contada desde los doce puntos de vista de las Doce Altas Estirpes de los Elfos, es decir, las diferentes "razas" de elfos que hay en Mi Mundo. Aquí os muestro un poco de lo que se cuenta a lo largo de los doce capítulos. De los cuales sólo me queda uno por escribir! El de la Casa de Yandalath, los Castigados, los elfos oscuros...


Un cuento para esta noche...



Esta historia comienza cuando una de las Edades de todo un Mundo termina. En aquella primera época, los Dioses llegaron de la Nada y se apoderaron del Mundo. Tras las brutales guerras que libraron, el Mundo, que fue una vez redondo, casi fue destruido hasta tomar forma plana, como una moneda con dos caras. En la Batalla del Juicio, la última que los Dioses libraran, decidieron exiliarse todos en una de sus caras, la Tierra de Orloog, y dejar la otra cara a los mortales, para que la cuidaran. A ese lado del Mundo lo llamaron Mawol.

La historia de los elfos comenzó entonces. Los Dioses dejaron en Mawol doce barcos, los Doce Navíos de los Elfos, que debieron navegar hasta hallar alguna tierra.
Todos los Navíos llegaron, antes o después, a una misma isla, a la que llamarían después la
Tierra de Aradán.

No todos los navíos desembarcaron en la gran isla. Uno de ellos, el de Hirin, de Hirinen, navegó lejos tras avistar primero la isla, hasta parar a un continente remoto, de donde ya nunca se marcharon.
El primero en llegar a la isla fue el navío de la Alta Estirpe de Assëe. Y Aradán, su capitán, descendió a tierra primero. Tras él llegaron los elfos de Avanissián, de Cardonón, de Gelidén, de Anaereá, de Firindain, de Menedhrassé, de Laentis-Anne y de Barafundär. Todos arribaron a diferentes puntos de la isla, y allí comenzó a gestarse su cultura.

La Alta estirpe de Quivarén, llegó a las montañas, donde se ocultarían por un tiempo, hasta conocer más tarde a los demás.
Y la de Yandalath, los Castigados, llegó a la isla, pero se marchó pronto a las Tierras de Elhada, un continente no muy lejos al norte.

Pasó el tiempo para ellos, y sus primeros días fueron felices. Entonces se celebró el Primer Concilio de los Elfos, donde los dirigentes de las nueve primeras Casas de Elfos se reunieron.
En ese momento aquellos primeros elfos se hicieron grandes amigos, considerándose hermanos.

Poco después, tras el encuentro con los elfos de Quivarén, los Señores de los Dragones, llegaría el primer ataque de los elfos de Yandalath. Efgo, el que los comandaba, abrió un portal mágico en las montañas, al que llamaron el Caldero de la Sangre, y atacaron con dureza a los de Avanissián, al norte. Entones, Efgo se autoproclamó el soberano de la isla, y de todos los elfos.

Tras la masacre, los elfos se reunieron de nuevo, y acordaron nombrar un Rey, para que se enfrentara a Efgo. En aquel Segundo Coniclio de los Elfos se nombró a Aradán Rey y comenzaron las Guerras de la Sangre.
En ese momento, la Alta Estirpe de Laentis-Anne abandonó la isla para siempre.

Las guerras se sucedieron, y fueron muy cruentas. Duraron mucho tiempo, y grandes consecuencias tuvieron en la historia de todo un Mundo. Murieron entonces muchos elfos, y nacieron demasiados odios y rencores.
En la última batalla de la guerra, Efgo, el Señor de los elfos de Yandalath, resultó derrotado, y se marchó de la isla. Aradán, de Assëe, el Primer Rey de los Elfos, con la ayuda de Edón, de Cardonón, lanzó un poderoso hechizo con el que derrotara al elfo oscuro. En aquel momento decisivo, golpeó con tal fuerza su bastón el suelo, que la Tierra de Aradán se partió en un archipiélago de incontables islas.

Terminadas las Guerras de la Sangre, los elfos se reunieron por tercera vez, y nombraron un Rey para cada isla. Para entonces, sólo quedaban ya siete de las Casas de los elfos en el archipiélago, y estas se lo repartieron.
A Aradán, de Assëe, se le dio el Reinado sobre la isla de Ithirian-Dar, al sur. Y a Eleanor, hija de Aván, de Avanissián, que había muerto en la guerra, se le otorgó el de la mayor de todas las islas. A esta isla se le puso su propio nombre, Eleanor, la Mayor.

Pasó el tiempo, y los elfos trataron de volver a la paz de antaño. En aquellos danzares, Aradán se casó con Eleanor, que renunció a su trono para ser Reina de Assëe, abdicando en su hermano Olomeo, que desde entonces sería Rey de Avanissián. A cambio, este le dio grandes territorios de la isla a su hermana, por tanto a los elfos de Assëe.

El discurso del tiempo siguió su narración, hasta llegar al punto en que los elfos de Yandalath lanzaron un segundo ataque sobre el archipiélago de los elfos. Sarek, hijo de Efgo de Yandalath, comandó a las tropas, y terribles batallas se libraron.
La guerra se volvió a llevar muchos elfos, entre ellos al propio Aradán, que cayó bajo el filo de Sarek. Otros que cayeron con él fueron Líamo, de Quivarén, al cual se le debe recordar en alta estima. El dragón que montaba se llamaba Praetorius, y fue secuestrado y llevado a las Tierras de Elhada, de donde sería más tarde rescatado.

En esta incursión, Sarek derrotó a Aradán en campo a abierto, en mitad d euna gran batalla, y se llevó consigo a una de las nietas del Rey de Assëe, a Elënar, a la cual desposó e hizo su Reina.
Sarek se marchó entonces a las Tierras de Elhada, y la paz regresó a las islas.

Para entonces, Mehara, hija de Aradán, era la Reina de Assëe, y por tanto de todos los elfos.
Y ella, decidida a terminar con la amenaza de Sarek, navegó hasta las costas de Elhada, a plantarle batalla. Allí, la Reina murió y sus tropas regresaron derrotadas.

Fue entonces nombrado Rey Tirian, el cual vivió en el cargo el Gran Cataclismo que cambió tanto el Mundo. Terribles terremotos y erupciones sacuedieron Mawol. Todo un continente surgió de las profundidades, y el archipiélago de los elfos se movio a la deriva hacia el norte.
Todo el Mundo cambió, y dio entonces fin la Edad de los Elfos, dando paso a la de los Hombres.

Muchas cosas pasaron tras la llegada de los hombres. Ellos fueron una raza inferior, que tras largo tiempo de evolución, habían logrado ganarse el respeto de los elfos. Se habían convertido en grandiosas culturas.
Desde entonces, el tiempo comenzó a pasar más lento, medido en las generaciones de los hombres...

Cuando comenzó la Guerra de la Roca, la Primera de las Guerras de la Luna, el Rey Tirian marchó al que ya llamaban el Viejo Continente, a ayudar a los hombres y a los enanos.
Allí la guerra fue terrible, pero al final vencieron, y el último de los Demonios Resentidos, Golöel, fue hecho preso en la Gran Roca.

Cuando Tirian regresó a los Reinos de Eleanor, como ya llamaban al archipiélago, debió defender sus tierras de una gran incursión de los elfos de Yandalath, que habían aprovechado su ausencia para atacar. A aquello lo llamaron las Guerras de la Magia. Sarek había regresado, con la intención de colocar a su hijo Ishto en el trono de Assëe, alegando que llevaba la sangre de Aradán, pues era hijo de Elënar, de Assëe.

Ishto entonces abrió de nuevo el portal mágico, y la guerra fue dura. En aquellos días, Tirian se enfrentó a Sarek, pero cayó bajo su filo como lo harían su madre y abuelo antes.
Entonces fue nombrado Rey a Alkar, hijo de Tirian, y éste al final dio muerte a Sarek, de Yandalath, Rey de la Dinastía de Orah, y a su hijo Ishto, que jamás gobernaría en su lugar.

Desde aquello los Reinos de Eleanor gozaron de la calma que los elfos habían merecido, aunque con la eterna incertidumbre de la amenaza de Yandalath...





Si quieres saber más sobre este cuento... Los Doce Navíos Elfos.




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1 comentarios:

Favole dijo...

Qué puedo decir... como todo lo que escribes, me encanta :) A ver si terminas en breve el capítulo cuatro y nos lo enseñas. ^_^ En breve os pasaré a Alex (el pelirrojo Morellón) y a ti una parte de mi historia, de Las Lágrimas del Monstruo. Yo ya he leído el cuento de Alex y me ha encantado.
Fes bonda y a ver si mañana te vienes.


M.

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