26 de septiembre de 2010

El Monstruo Acarulga

U era tan bonita... Era muy pequeña, diminuta, pero no le importaba. Vivía entre las ramas de su árbol consciente, bailando sin igual. Jugaba con las libélulas, brincaba de hoja en hoja de los nenúfares, asustando a las ranas. Entre las hojas danzaba, trepando por tronco y brazos, saltando con destreza, pero ansiaba poder alzar en vuelo, planear hasta el pasto y a ras del agua, saborear cada segundo en el aire... Pero no tenía alas, y no había otra cosa que anhelara más en el mundo. Su mayor deseo eran unas alas en su espalda preciosa y morena, con las que revolotear por la pradera, entre el bosque, ir y venir gritando, verse capaz. Pero no lo era. Por ello, era una sirada triste, esperando que le crecieran.

Envidiaba a las mariposas, a quienes miraba en su viajar, codiciosa por sus alas. Recelosa, trataba de cazarlas, para quitárselas e intentar pegárselas a la espalda, pero al ver que no podía, lloraba desde lo alto de su árbol viejo. Entre hojas, en los recovecos de su tronco, en las alturas, vivía triste aquella sirada preciosa. Sólo aguardaba a que crecieran en su espalda...

Alguna vez había pensado en adentrarse a aquel bosque retorcido, pues curiosidad no le faltaba, pero le daba muchísimo miedo. Su charca, y su árbol consciente, eran un lugar maravilloso, del que no deseaba alejarse, pero aquella curiosidad siempre estuvo ahí. Aquel manantial terminaba donde los árboles retorcidos crecían entre gigantes helechos, con sus copas prohibiendo la entrada al sol, y los musgos creciendo de sus ramas. Era aterrador. Su árbol consciente, y un gnomo amigo suyo, le habían hablado mucho del exterior. Y de entre todas aquellas historias de miedo, la del monstruo Acarulga era la que más le aterraba. Era una bestia tan horrible, que hasta le quitaba el sueño por las noches... La verdad es que U era un poco miedica. Aunque le encantaban los cuentos, después a menudo tenía pesadillas, en que los recordaba vívidamente. Jamás se había atrevido a saciar aquella curiosidad, y hasta ahora desconocía lo que pudiera haber más allá de su charca...



Extraído de La Sirada.

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