10 de septiembre de 2011

Historia de una Estatua de Piedra

Cuando Lyda se despertó, era un nuevo día. Debía haber dormido toda la noche en medio del bosque, y ahora el sol lucía en lo alto, y al darse cuenta de la ausencia de la lluvia, recordó todo lo acontecido. Fue a levantarse y a correr hacia Dristán, pues se veía incapaz de formular un hechizo, estaba realmente agotada, cuando sintió un dolor punzante en la pierna. Aquél era uno de los mayores dolores físicos que había sentido Lyda, y se vio incapaz de caminar... Pero no se daría por vencida. Comenzó a gatear como podía, pues ahí en medio nadie la socorrería, y si no daba con Dristán, daría con alguien que la ayudara a llegar hasta él. Además, no debía estar ya lejos... ¿Dónde estaría? ¿Sería de nuevo un hombre, un montañés fuerte y guapo, que andaría desorientado por el bosque? Ella sólo pensaba en ese encentro... Gateó, se arrastró y se detuvo largos ratos a descansar. Cruzó todo aquel bosque, a través de barro, musgo, helechos y rocas, hasta que los altos abetos dieron paso al bosque de laurisilva. Allí los árboles de laurel se hacían retorcidos, y tenían hermosos líquenes cayéndoles de las ramas. Los helechos eran de mayor tamaño, y las rocas estaban cubiertas de musgo. Era un frondoso bosque, donde hacía mucho tiempo que nadie estaba, si es que alguien había pasado por ahí alguna vez... Lyda avanzó como pudo entre la maleza, hasta que se dio cuenta de que se encontraba muy cerca. Llevaba todo el día arrastrándose, no había comido, y estaba agotada, pero al fin llegó a donde se dirigía...





Por fin he terminado este cuento, que tanto me gusta. 
Llevo tres años escribiéndolo, aunque confieso que en el último año no lo había tocado. 
No puedo mostrároslo, pues lo voy a enviar al XX Premio Edebé de Literatura Infantil y Juvenil. 
Este cuento me gusta mucho, y creo que es una buena idea presentarme.
Ya os iré contando!!

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