29 de enero de 2012

La Ciudad de Esslnesse - Tercera Parte

La Ciudad de Esslenesse
(Parte III) 


Alarico caminó lentamente más allá del límite del campamento, entrando en tierra de nadie. Aquella explanada nevada se extendía solitaria, hasta terminar en las altas murallas de la ciudad de Esslnesse, cubierta por aquella espesa neblina matutina. La antaño ciudad elfa, ahora ocupada por los pridonios, ya fue en su época la ciudad más poderosa de la Tierra de Tronia. La primera torre que los elfos levantaron en la orilla norte del Esselnian, dio lugar a la gran ciudad que era ahora. Aquél primer asentamiento databa de la Edad de los Elfos, cuando los hombres aun no tenían consciencia de sí mismos, y ahora lo llamaban el Baluarte de los Legionarios. Más tarde fue construida la primera ciudad, levantando la primera muralla, tiempos en que fue levantado también el hermoso palacio que la coronaba. La ciudad prosperó, y bajo el gobierno de Einat, Señor de Esselnsse la ciudad creció, con las obras que taparon el Río Esselnian, dejando la ciudad sobre él. Además, se levantaron varios fuertes, unidos por una alta muralla, para proteger a sus habitantes... A los pridonios les costó mucho conquistarla, y él sabía que también sería difícil ahora. 

- Está todo listo, mi Rey.- Jeriel era uno de sus mejores guerreros, y aunque le superaba en edad, le era fiel sobre cualquier cosa. Los hombres le seguían, tanto como a él mismo, pero no le importaba, pues todos luchaban juntos contra los pridonios, por arrebatarles todo aquello. 

- No todo.- Le respondió Alarico.- Elige un preso. Algún asesino o violador. Y que lo envíen con un mensaje. 

- ¿Qué mensaje? 

- Que le digan a Honorio que quiero hablar con él...- Alarico sonrió a Jeriel, y éste le siguió con una carcajada. Ambos se dieron las manos, y a modo de despedida, Alarico volvió a hablar.- Prepara a tus hombres. Este día que nace es el acordado. 

El otro asintió, y se marchó a prepararlo todo. Los hombres ya se despertaban en las tiendas, montadas tres días atrás a lo largo y ancho alrededor de los muros de la ciudad. Alarico había dispuesto a su ejército al norte; las tropas de Ladd llegaron por ambos lados del río, desde el este, y ahora continuaban rodeando Esselnesse, hasta cerrar el sitio junto a los ejércitos venidos desde Bronosa, que aunque en menor número, habían acudido a la contienda. Numerosos señores de la guerra visigonotes se encontraban aquella mañana alrededor de la ciudad, unidos bajo el mando de Alarico, que acaba de ordenar el comienzo de la batalla. Dos jinetes corrieron a lo largo de la formación levantando la nieve a su paso, ocultos por la niebla, portando los últimos planes de batalla y la orden del comienzo del bombardeo. Se giró hacia su ejército, y vio cómo todos se preparaban, eran varios millares de hombres, que junto a los ejércitos de Ladd y Bronosa convocaban allí a por lo menos cincuenta mil visigonotes. 

Horas más tarde, esa misma mañana, toda aquella ingente cantidad de guerreros se lanzaría a la carga, corriendo hacia la ciudad. Las catapultas, que no habían cesado de bombardear la ciudad en los últimos días, lo harían con más agresividad. Las torres de asedio avanzarían en el centro de los ejércitos, y las flechas volarían en ambos sentidos. Las catapultas pridonias harían acopio de su homólogas, y no pararían de arrojar rocas sobre el ejército visigonote, que marcharía en masa cubriendo la nieve hasta entonces impoluta...


Extraído de La Paz de Cartesse

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