6 de febrero de 2010

El Trono Vacío

Érase una vez un Reino sin Rey. En el gran salón de palacio, dos fuertes guardias custodiaban día y noche un torno vacío, en el que sólo había una corona, a la espera de ser ceñida por un hombre valeroso. La esperanza del pueblo ya había decaido, y en las tierras que dominaba la Torre del Rey, ya no crecía nada. El ganado moría de hambre y sed, y las gentes se aburrían y desfallecían de tristeza. Muchos fueron los que aspiraron a cuidar al pueblo, pero ninguno de ellos fue digno de tal honor. Era la desesperación tal, que se organizaban torneos y justas para nombrar un candidato, pero en ellas jamás había vencedor. Se decía que había caido una maldición, y que ya jamás ningún otro reinaría.

Antaño aquellas tierras fueron territorio de los moros, pero un gran héroe, al que llamaban Belean, llegó para hacerles retroceder. Empuñando las Espadas Gemelas logró derrotarlos y fundar tan basto Reino, y tras generaciones de paz y prosperidad, el último Rey, viejo y arruinado, les dio a sus dos hijos la oportunidad de disputarse el trono. Ambos se marcharon, y cuando uno regreso, dijo no ser digno de gobernar. Había asesinado a su hermano, y perdido las Espadas Gemelas del héroe Belean. Y desde entonces, el trono quedó vacío, a la espera.

Se libraron grandes batalllas, los campos y las playas se tiñeron con la sangre de guerreros que acudían a disputarse aquella corona, pero jamás ninguno logró cruzar las puertas del gran salón de palacio. Aquella torre quedó triste, abandonada, y el paso de los años la arruinó. Pero siempre sus dos guardías permanecieron firmes, ante el trono vacío.

Una vez, un valiente guerrero llegó ante la puerta del palacio arruinado, y justo allí, una tormenta imprevista descargó un gran rayo y lo fulminó, esparciendo sus cenizas por el campo. Otro llegó a llamar a la puerta, tres golpes fuertes sonaron sobre su madera, y los los dos guardias se inquietaron, pensando que podrían por fin abandonar su empresa. Pero cuando abrieron los grandes portones del salón, aquel hombre estaba muerto, sin mayor explicación, ni rastros de enfermedad. Uno, que había derrotado a cuantos se habían interpuesto en su camino, llegado de tierras del sur, más allá del mar, se lo llevó un territble huracán. Lo encontraron mal herido en la playa, y dijo antes de morir que nadie podría jamás reinar allí.

Todo aquél que lo intentó, que vislumbró la posibilidad de traer paz y calma a aquellas tierras, pereció en el intento. Las gentes se sublevaron, y un tiempo de oscuridad cayó sobre todos ellos. Los cielos se entristecieron, y la lluvia no dejó de caer. El mar embraveció, y sus costas recogieron restos de incontables naufragios. Los más bravos se aventuraron a cruzar las tierras colindantes, pero ninguno pudo llegar hasta aquel trono.

Los guardias esperaron, apoyados sobre sus lanzas, a que alguno fuera capaz de entrar en el gran salón del Rey, y para aquél que lo lograra, le esperaban con una última prueba. Éste debería resolver un acertijo, que aun no había sido nombrado...



Continuará...
Esto han sido sólo breves notas, que giraban en mi cabeza, y que seguro darán algún resultado. Iba a escribirlo en mi cuaderno, pero he pensado en contároslo aquí, pues así me animo a continuarlo.
Espero que os guste! !


Las notas hay que escribirlas en verso...

1 comentarios:

Iskandar dijo...

Buenos días señor Darka. ¿cómo le va a usted? Oye, sigue el relato, me gusta mucho como ha empezado. Asi que ya sabes, continúalo a ver si el trono se ocupa... que yo quiero saber más. ;)

P.D.: No he entendido lo de las notas en verso. No se si era parte del cuento o es que nosotros te tenemos que comentar con rimas.

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