1 de diciembre de 2014

Fuerte de la Chorrera



Transcripción desde mi cuaderno de notas (21 de noviembre, 2014):


Estoy en el Castillo de la Chorrera (1646)*. Voy por la segunda Bucanero (5.4%) así que lo estoy notando, pero me apetece. El día está nublado. Corre la brisa marina y el mar está embravecido. Me imagino a los centinelas en lo alto del castillo, aguardando la desembocadura del Almendares, esperando no otear navíos piratas en el horizonte… La estructura lleva en pie casi cuatro siglos, y se conserva bien, aunque sus constructores y todos y cada uno de los centinelas que en él se apostaron alguna vez, se avergonzarían al ver esta imagen. Ahora es un restaurante/bar/discoteca, con unas cuantas mesas con sombrillas plegadas en el patio. Tres de ellas ocupadas por cubanos bebiendo cerveza. Hay una chica sola, llorando. También hay un español… La pequeña muralla que protegía el patio está en decadencia, y las olas a menudo entran, inundándolo. Antes debí subir los pies para no empapármelos. Los ritmos latinos suenan desde dos enormes altavoces situados bajo el puente medieval, que sube al interior. Y en la diminuta bahía que forma la ensenada del castillo, donde termina el famoso Malecón de La Habana, la basura flota mecida por las olas. Los coches pasan junto al castillo, exhalando gases negros, y se escuchan gritos de niños jugando en el malecón. Nos rodean altos y decadentes hoteles, palmeras y la polución, así como gaviotas que parecen disfrutar del día gris. Esto es Cuba, un eterno pasado anclado en el presente que clama por evolucionar, sin que le dejen hacerlo.


* En realidad la construcción que se aprecia hoy es de finales del S. XVIII, reconstruido tras la conquista de los ingleses de La Habana, pero no lo he sabido hasta ahora, al entrar en Wikipedia.
La fotografía la tomé yo mismo ese día.


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