23 de octubre de 2007

El malabarista y el sol

Esta es la historia de un juglar que sólo contaba una historia... Estaba yo en la pequeña isla de las moscas cuando me lo encontré y me la contó. Había ido yo caminando por aquel paraíso desértico hasta una basta torre, construida cuatrocientos años antes para defender la isla de los piratas, cuando apareció el juglar haciendo malabares con unas pelotas de colores. Yo, sentado al pie de la torre, me disponía a escribir un cuento cuando él surgió de la nada y me maravilló con sus juegos de manos. Lanzaba dos, tres, y hasta cuatro bolas al aire, moviendo las manos con tal destreza, que en algunos momentos no llegaba a verlas. Las pelotas eran de diferentes colores: amarillo, verde, naranja, negro, rosa, azul... Su juego era impresionante, pero lo mejor llegó cuando yo le ofrecí una moneda por el espectáculo, la cual él rechazó. A cambio de la moneda, me dijo, me contaría su historia, su única historia, pero los malabares me los ofrecía gratis. Me alertó que la historia podría parecer inverosímil, y me dijo que yo podía creerla o no, que eso ya no era cosa suya. Yo acepté sonriendo, con curiosidad, admito, y él comenzó su historia.

Resulta que largo tiempo atrás, él había estado trabajando en una compañía de malabaristas ambulantes, donde aprendió esos juegos de manos tan espectaculares. Al parecer, había ido y venido con la compañía de malabaristas a muchos lugares diferentes, había recorrido todo este mundo y otros desconocidos para mí. No sólo me habló de ellos y de sus maravillas, sino que me contó que había viajado hasta el mismísimo sol, y que allí, en su superficie incandescente había hecho malabares y aprendido trucos impensables. Yo quedé anonadado, claro, dudando y hasta se lo cuestioné... ¿Cómo iba a ser posible que fuera hasta el sol a hacer malabares con el calor que debía hacer ahí? Pero él, muy sonriente y hasta convincente, me contestó que las veces que había ido hasta el sol a hacer malabares, había sido siempre de noche.

Al ver mi cara dubitativa, el juglar rió a carcajada limpia, una risa profunda y sana, sin dejar de jugar con las pelotas de colores, y añadió lo ya dicho antes, que yo podía creerlo o no, que eso ya no era cosa suya. Entonces, tras hacer una hermosa reverencia, se marchó por donde había venido.



Este cuentito fue escrito en un lugar de sueño hace muy poquito.
A su protagonista no le costará verse reflejado entre sus líneas,
incluso sabrá encontrar en su recuerdo el lugar y el momento
en que fue escrito... verdad?
Este es mi regalo, a cambio de una de sus pelotas de colores.
Gracias a él, me adentraré yo en el inmenso mundo de los malabares...
Aunque no dudo que habrá de pasar mucho tiempo
hasta que llegue con él a practicar
sobre la superficie incandescente del sol...



Un abrazo, y disfruta de estas 2 semanas que te quedan!



Darka.





30 de marzo de 2008
Edito esta entrada para anunciar que este relato ha sido seleccionado para el número 2 de la revista de arte Ícaro Incombustible!!
Gracias!!

4 comentarios:

Klover dijo...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

Klover dijo...

Hace poquito conocí a un chico absolutamente loco por los malabares (de todo tipo...), con la magia y el circo...Y al leer el relato me ha recordado a él...Podemos o no creerlo pero ahí queda...
Por cierto...como es que no te he visto por la 100 frases de cuentacuentos? :) Seguro que este cuento arrasaría...por original y bello...

Un abrazo! (por cierto...ya tengo en mis manos "Un antropólogo en Marte" ^^


pd: grrr...he tenido que borrar por una pequeña errata...(joder...porque no revisaré antes de enviar? y peor aún porque lo hago una vez ya publicado...?)

Lost Girl dijo...

Jo, qué bonito!!! Me ha encantado jeje ^^
Bueno, cambiando de tema drásticamente... Qué tal por Malta? XD Ya nos contarás ehh? ;)
PD: me ha caído mal el juglar ese... Yo nunca he podido hacer malabares XD

Munlight_Doll dijo...

Jejejeje, ha quedado gracioso. Me ha recordado a un chiste de leperos^^ Espero que a esa malabarista le haya gustado tu homenaje :)
Besos,
Mun

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