19 de octubre de 2012

La Habitación Número 11: El Mercado

En la Ciudad del Reo no existe el dinero. Allí el bien más valioso es el agua, la cual se obtiene de los diferentes pozos que hay en la ciudad, si no llueve... Y la que no te bebas, la puedes intercambiar por cosas. Sí, el agua es la moneda de cambio. Y el mejor lugar donde gastar tu agua es el Mercado. Un lugar que está en ebullición las 24 horas del día, y donde las bandas o individuos venden lo que tienen. En el hipercuento que estoy escribiendo, La Habitación Número 11, los lectores/jugadores comienzan con una botella llena, y tendrán la oportunidad de ir al mercado a comprar cosas con ella. He aquí el fragmento en cuestión, para qué veáis qué juego da esta "variable" en esta historia en hipertexto.



En esta ciudad el que busca algo lo encuentra en el mercado. Es un centro que siempre está activo, donde impera la libre compra-venta. Allí todos intercambian agua por diversos artículos, y si necesitas algo, lo debes ir a buscar allí. Es un sitio que hasta te alegra. Has paseado estos días por ahí un par de veces. En una ocasión te compraste algo de comer, y poco más. Pero tal vez sea el momento de ir a gastar el agua que llevas en esa botella.

La llegada al mercado es habitualmente calurosa, y esta mañana los juglares se despliegan por toda la plaza, junto al muelle, contando historias o haciendo juegos de malabares. Ves un grupo a un lado que está representando una obra de teatro improvisada, enfrascados en algún argumento que hace reír al público. Tú te acercas, curios@, y ves que en efecto se trata de alguna comedia. Alrededor hay un montón de niños sentados, además de unos cuantos adultos. A ti la obra te da un poco igual así que te dispones a internarte entre las tiendas, cuando aparece un muchacho vestido con harapos.

- ¿Te interesa este juego de malabares?- Te pregunta interponiéndose a tu paso.

Tú sonríes.- Ahora no, gracias.

- Son los mejores. Hechas por la Compañía del Viejo Pitt.

- No, de verdad. Gracias.- Tratas de quitártelo de encima y vas hacia los puestos del mercado.

- Están perfectamente equilibrados.- Y delante de ti comienza a hacer un juego de malabares precioso. Son cuatro bolas de diferentes colores, que lanza muy alto para impresionarte. Lo hace realmente bien.

Tú le sonríes, y aprovechas que está con los malabares para escabullirte de él, que pierde la concentración y se le caen todas al suelo. Te internas entre las tiendas, y como antes, te impresionas con ese lugar. Los puestos se amontonan formando un laberinto. No son más que tiendas montadas con enormes palos y lonas, atendidas por diferentes personajes, a cada cual más pintoresco. En el centro, donde una vez debió haber un árbol coronando la plaza, ahora hay un inmenso tronco hueco, al que han colocado una gran carpa, aprovechando sus ramas secas. Es el puesto más grande del mercado, atendido por los sarracenos. Allí venden comida, y otras cosas. Puedes encontrar carne o verdura fresca para llevarte al estómago. Mientras caminas, ves muchas tiendas, siguiendo el recorrido del laberinto. Hay mucho bullicio, y gente por todas partes. Te preguntas cómo demonios puede haber tanta agua para tanta gente. No comprendes en absoluto el sistema que gobierna esta ciudad, pero parece que funciona de alguna manera.

Pasas junto a un puesto donde te detiene un monje. Lleva la cabeza rapada, con escaso pelo en forma de coronilla, y una túnica marrón que le cubre de hombros a pies.

- Chic@, ¿te interesa algo de lo que podemos ofrecerte?- Y con una reverencia te toma y te lleva a su puesto. Allí hay tres monjes más, todos atentos a ver qué te llevas. Tú te sientes un poco en el compromiso, pero de momento estás sólo pensando y mirando qué llevarte. Pero esa tienda es impresionante. Los monjes tienen una gran mesa con diferentes artilugios. Ves un libro abierto en el centro, con algunos pergaminos al lado. Tienen unos cuantos tinteros a la venta, junto a tres plumas. Además, tienen unas varitas que deben ser incienso, entonces comprendes el olor que hay allí.

- Podrías llevarte un mapa de la ciudad.- Te dice uno de los monjes. Todos están expectantes, a tu respuesta. No deben vender mucho.

- Ahora no, gracias.- Ves que todos fruncen el ceño, algo defraudados. Casi hasta te dan pena.- Pero gracias.- Repites.

- También tenemos pluma y papel.

- Nuestra tinta es la mejor de toda la ciudad.- Interrumpe otro de los que está sentado.

- Sólo te costará pinta y media.- Añade otro. Realmente quieren hacer la venta.

- Gracias, de verdad, pero de momento no estoy interesado.- Realmente con eso del mapa ha aflorado tu curiosidad, pero de momento prefieres esperar.

Te marchas del puesto, con los pobres monjes apenados, o enfurecidos. No lo sabes bien. Continúas por la calle formada por los puestos, y ves que hay varios donde venden pescado. Huele bastante mal, pero no te queda otra que pasar por ahí. Llegas a un puesto donde venden fruta, y algo de verdura. Te detienes un segundo, vas a tomar un melocotón, y te das cuenta de que está podrido. Retiras la mano y sigues tu paso. Dejas varios puestos de largo, donde venden desde velas, herraduras, utensilios de cocina viejos o armas, hasta infusiones. Hay un puesto donde te ofrecen entradas para el teatro, otro a tu izquierda en que un sarraceno te ofrece trigo, entre otras cosas. Podrían ser especias. Todos ellos están atendidos por gente muy dispar. Algunos son sarracenos, otros negros, algunos juglares o gente cualquiera. Hay un puesto donde hasta te venden carne a la brasa. Huele delicioso. Tienen ahí montado el fogón, y la van haciendo mientras venden. De dónde sacan la carne es algo que merece tu intriga.

Al girar en una encrucijada, te ves de frente con un puesto de inquisidores. Atienden cinco, uno de ellos, que lleva una cresta de color amarillo en el yelmo, parece que hace cuentas, pero no se aclara. Le ves maldecir, mientras se te acerca uno al verte mirar.

- ¿Quieres algo de este puesto, muchach@?- Te dice un poco rudo.

Tú observas el panorama. Venden armas, tienen espadas y algunas lanzas. Además hay un puñado de cuerdas en el suelo, que deben estar a la venta también. Hay dos escudos, y una enorme armadura.

- No me vendría mal un arma.- Respondes.

- Tengo una espada por jarra y media pinta. Es suficientemente larga para tu brazo.- Se queda mirándolo, haciendo cálculos.

Es mucho para lo que llevas, aunque te la puedes permitir prefieres continuar tu camino. Así que te disculpas y sigues. El inquisidor, que lleva todo su equipo de guerra, casi te da un golpe, pero tú te largas de ahí antes de ello. Así, llegas de lleno a la plazuela que forman los puestos rodeando la carpa de los sarracenos. Alrededor queda todo un pasillo, donde hay gente amontonada comprando. Y en el centro se eleva el fuerte árbol, manteniendo la enorme tienda en pie. Allí venden comida, verdura sobre todo, pero tienen pescado, y algo de carne que parece fresca. Tienen peras, más trigo y algo que parece leche. Tienen hasta huevos. Quedas realmente impresionad@, aunque lo cierto es que la mayoría de verdura o carne está en un estado bastante deprimente. Te acercas a un lado y tomas un frasco del líquido blanco. ¿De dónde la sacarán?

- ¿La quieres? ¿Cuánta? Va al doble de agua.- Te dice una de las personas que atiende.

- ¿De qué es?- Estás seguro de que en esa ciudad no tienen ganado.

- Es de camella.- Te responde. Es una chica joven muy fea, embarazada, y está atareada.- ¿La quieres o no?- Su acento es como el de los demás sarracenos, que no te termina de gustar.

- No gracias.- Le dices, y dejas el frasco de leche. Después te das la vuelta y te apartas. Sigues rodeando el puesto, hasta que te alejas un poco. No te decides qué es lo que te conviene más, y sin darte cuenta sigues las callejuelas del Mercado hacia la salida. ¿Qué te llevas? Entonces de pronto te ves de frente en un puesto un poco oscuro. Está en una esquina, y es muy pequeño. La lona que lo conforma es de color negro, y en su interior no hay más que una vieja. Está tapada por una túnica con capucha del mismo color. Además, te está mirando.

Tú, embobad@, caminas hacia ella hasta plantarte frente a su puesto. Tiene una pequeña mesa con algunas barajas del tarot, además tiene unos dados, algunos cubiletes, y tras ella, un cofre. Sobre la mesa, frente a la anciana, hay un tapete granate y mugriento, donde debe echar las cartas.

- ¿Qué quieres muchach@?- Te dice con voz decrépita. Casi no la oyes entre el barullo, así que te acercas más.

- En realidad sólo quería mirar.- Le respondes amablemente.

- ¡Pues a mirar vete a otro lado!- Te grita enfurecida.

- No, yo no pretendía…- Balbuceas.

- Si quieres llévate una baraja, o un juego de dados, y después vete.

Tú, que hasta te ofendes, te das media vuelta y te largas de allí sin despedirte. Caminas unos pasos más, hasta que te detienes ahí en medio de la gente y los puestos. Es el momento de decidirte, tienes agua que para gastar. Aunque no te vendría mal bebértela…





Tienes una botella llena de agua, que equivale a jarra y media (o a tres pintas). Con ella puedes comprar una, varias cosas o ninguna. Las opciones se presentan a continuación. Recuerda después la cantidad de agua que te queda y los artículos que compres en el Mercado, puedes tener que utilizarlos. No es mala idea tampoco que te quedes algo de agua, al fin y al cabo tendrás que beber…


Juego de malabares. Podrías buscar al juglar, para comprarle esos malabares. Te divertirías un rato. Tal vez hasta se te den bien. No serán caros, seguro que se los sacas por seis tragos (media pinta).

Mapa. Un mapa de la ciudad te costará una pinta, lo equivalente a un tercio de tu agua.

Pluma y papel. Podrías comprar a los monjes material para escribir. Te costará pinta y media, esto es, poco más de un tercio de tu agua.

Espada. La idea de la espada te atrae, pero es cara. Te costará casi tu botella entera, te quedaría sólo media pinta.

Cuerda. Los inquisidores podrían venderte una cuerda. Te va a costar una pinta, es decir un tercio de los que llevas.

Comida. Comer no te vendrá mal. Estos días has subsistido como has podido, y si quieres sobrevivir debes comer. Aunque te da una rabia gastar en comida… Podrías hacerte con algo de verdura por una pinta, es decir, un tercio de tu agua.

Leche de camella. La leche de camella te cuesta el doble de lo que le des en agua, es decir, si le das tu botella entera, obtendrías media botella de leche.

Juego de cartas. Siempre puedes volver a la vieja esa y comprarle la baraja. Te la puede vender por seis tragos (media pinta).




Como decía, éste es un fragmento de La Habitación Número 11, un hipercuento ambientado en la Ciudad del Reo en que tú eliges tu propia aventura. Si pasas por el mercado, puedes comprar alguno de estos artículos, que es posible que uses más adelante en tu lectura/juego. 
Estoy terminando una primera versión BETA de La Habitación Número 11, que espero divulgar pronto por las redes en formato PDF, ePUB y a lo mejor también en versión web, aunque esto último aun no lo sé. Así que estad atentos!! Os iré informando. Si alguien está interesado en probar esta versión BETA sólo tiene que dejarme aquí un comentario (o ponerse en contacto conmigo) para tenerle en cuenta como "probador", así se lo envío (gratis) cuando lo tenga.

Hasta pronto!


4 comentarios:

Martha Molina dijo...

Tu hipercuento, es fantástico. Muy original. El hecho de que no exista moneda de intercambio salvo el agua, me parece fabuloso. De una me imaginé todo un mundo hostil, árido y polvoriento. La gente malhumorada y desconfiada ante una situación tan precaria está bien enfocada. Me causa curiosidad cómo es eso de que uno escoge la trama, no sé me confundió, pero estaré pendiente.
Me gusta el título: La puerta No. 11, en vez de la Habitación No. 11. Hace que tenga más misterio.

Un abrazo.

Chris J. Peake dijo...

Muchas gracias Martha!!!
Me ha encantado tu comentario, sobre todo el hecho de ver que consigo (al menos contigo) esa ambientación decadente, de una ciudad arruinada repleto de despjos cuyo único afán es sobrevivir.
:D
Lo de elegir la trama... más bien eliges tu propio camino dentro de una trama ya trazada. ¿Nunca leíste un libro de "elige tu propia aventura"?
Imagina esto:
"Estás en una lúgubre habitación alumbrada por una antorcha. Además de por donde llegaste, hay otras dos puertas. Si vas a tu derecha pasa a la página 35, si vas por la puerta de la izquierda, pasa a la página 56. "
Sería algo así. Al tratarse de un HIPERCUENTO, viene a ser lo mismo, pero en lugar de pasar páginas hasta la 35 ó 56, pinchas en un enlace que te lleva directamente. Es decir, es un PDF (o un ebook) con hipertexto, no es líneal.
Así, tú decides lo que va pasando. Entiendes???
Seguro que te gusta!!! Ya te iré contando cómo va la cosa.

Ah! mil gracias por la opinión. A mí también me está gustando más LA PUERTA NÚMERO 11.
jejeje

Muchas gracias por pasarte y darme tu opinión!!!
besito!
Chris.

Martha Molina dijo...

Ya comprendí. Gracias por la explicación. :)

Se me había olvidado anexar en el comentario anterior que es la primera vez que leo como si el autor narrara tu vida, lo que le agrega más original al hipercuento. Y eso de los enlaces... genial.

Nos vemos.

Chris J. Peake dijo...

:D me alegro mucho de que te guste el proyecto. Sí, al ser en segunda persona creo que tiene más sentido lo de la elección de tu propio camino.

Te mantengo informada!!
saludos!
Chris!

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